Palestinos y judíos deben impugnar juntos la historia de Israel

La narrativa oficial sionista sobre la creación de Israel está siendo crecientemente impugnada por voces críticas palestinas y también israelíes, un movimiento que promete recuperar el pasado verdadero, incluida la Nakba o limpieza étnica de 1948, libre de los mitos sionistas que lo han falseado para justificar su dominación.


Supervivientes de la masacre de Deir Yasin de 1948, cuando al menos 100 palestinos fueron asesinados por las milicias sionistas. (Foto de archivo)
Ramzy Barud

Israel ha recurrido a tres estrategias principales para suprimir las aspiraciones palestinas a la justicia y a los derechos humanos, incluyendo el derecho de retorno de los refugiados.

Una está dedicada a reescribir la historia, otra intenta distraer a todo el mundo de las realidades presentes y una tercera pretende imponer la narrativa israelí como la única narrativa.

La reescritura de la historia tuvo lugar mucho antes de lo que algunos historiadores suponen. La máquina de propaganda (hasbará) israelí se puso en marcha casi al mismo tiempo que el Plan Dalet (Plan D), que supuso la conquista militar de Palestina y la limpieza étnica de sus habitantes.

Pero el discurso actual sobre la Nakba (Catástrofe) que ha sufrido el pueblo palestino en 1947 y 1948 fue elaborado en los años 50 y 60.

En un artículo titulado “Catastrophic Thinking: Did Ben Gurion Try to Rewrite History?” (Pensamiento catastrófico: ¿Trató Ben Gurión de reescribir la historia?), Shay Hazkani ha revelado el fascinante proceso por el cual el primer primer ministro israelí, Ben Gurión, trabajó codo con codo con un grupo de expertos judíos israelíes para desarrollar una versión de los acontecimientos que tuvieron lugar en 1947–1948: la creación de Israel y la destrucción de Palestina.

Ben Gurión quiso propagar una versión de la historia que fuera consistente con la posición política israelí. Necesitaba “pruebas” para sustentar esa posición. Las “pruebas” se convirtieron, finalmente, en “historia” y no se permitió que ninguna otra narrativa desafiara la versión israelí de la Nakba.

“Probablemente, Ben Gurión nunca oyó la palabra Nakba, pero a finales de los 50 el primer primer ministro de Israel comprendió la importancia de la narrativa histórica”, dice Hazkani.

El líder israelí asignó a varios expertos del Servicio Civil la tarea de fabricar una historia alternativa que hoy sigue impregnando la conciencia israelí. Apartar la atención de la historia —o de la realidad actual de la horrible ocupación de Palestina— ha sido el objetivo durante casi 70 años.

Desde los primeros mitos sobre Palestina como “una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra” a la afirmación actual de que Israel es un icono de la civilización, la tecnología y la democracia, rodeada de árabes y musulmanes salvajes, las distorsiones oficiales israelíes son interminables.

Así, mientras los palestinos se preparan para conmemorar la guerra de 1967, que condujo a la hasta ahora ocupación militar de 50 años, Israel está planeando una gran fiesta, una grandiosa “celebración” de la ocupación militar de Palestina.

Este absurdo no pasa inadvertido a todos los israelíes, evidentemente.

“Un estado que celebra 50 años de ocupación es un estado que ha perdido su sentido de la orientación, su capacidad para distinguir el bien del mal, un estado defectuoso”, ha escrito el comentarista israelí Gideon Levy en Haaretz.

“¿Qué tienen que celebrar exactamente los israelíes? ¿Cincuenta años de derramamiento de sangre, abusos, despojo y sadismo? Solo las sociedades que no tienen conciencia celebran semejantes aniversarios”.

Levy argumenta que Israel ganó la guerra de 1967, pero “perdió casi todo lo demás”.

Desde entonces, la arrogancia de Israel, su odio hacia el derecho internacional, “su desprecio del mundo, su chulería y bravuconería” han alcanzado cotas sin precedentes.

El artículo de Levy lleva por título “Nuestra Nakba”. Levy no busca reivindicar una narrativa palestina, pero señala sucintamente que los triunfos militares de Israel fueron una aflicción, sobre todo porque no estuvieron seguidos por un sentido de la reflexión nacional o de un intento por reparar las injusticias del pasado y del presente.

Sin embargo, la reivindicación del término “Nakba” ha sido algo que algunos escritores israelíes han perseguido hábilmente durante muchos años.

Para esos expertos, la “Nakba judía” se refiere a los judíos árabes que llegaron al recién creado estado de Israel, en buena parte por las invitaciones e incitaciones de los líderes sionistas a los judíos de todo el mundo para que “regresaran” a la patria bíblica.

Un editorial de The Jerusalem Post se quejaba de que “la maquinaria de propaganda palestina había convencido a la opinión pública mundial de que el término ‘refugiado’ es sinónimo de ‘palestino’”.

De esta forma, los israelíes que intentan secuestrar la narrativa palestina esperan crear un equilibrio en los discursos, uno que sea, evidentemente, inconsistente con la realidad.

El editorial avanza la cifra de 850.000 “refugiados judíos” de la “Nakba judía”, un número ligeramente superior al de los refugiados palestinos que fueron expulsados por las milicias sionistas al crear el estado de Israel.

Por suerte, estas falsas reclamaciones son cada vez más criticadas por voces judías también. Unas pocas, pero importantes, voces de intelectuales israelíes y judíos de todo el mundo se están atreviendo a examinar el pasado de Israel. Están encarando acertadamente una versión de la historia que ha sido aceptada en Israel y en Occidente como la verdad incontestada detrás del nacimiento de Israel en 1948, la ocupación militar de lo que quedó de Palestina en 1967 y otros acontecimientos históricos. Estos intelectuales están dejando su marca en el discurso palestino-israelí dondequiera que vayan. Sus voces son particularmente importantes en la impugnación de las perogrulladas oficiales y los mitos históricos israelíes.

En Forward, Donna Nevel ha rechazado que el conflicto en Palestina haya comenzado con la guerra y la ocupación de 1967. Nevel es crítica con los denominados sionistas progresistas, que insisten en situar el debate únicamente en la cuestión de la ocupación, limitando así toda posibilidad de resolución del conflicto a la “solución de dos estados”.

Esta “solución” no solo está muerta y no es factible en la práctica, sino que excluye la Nakba o limpieza étnica de 1948. “La Nakba no entra en estas conversaciones porque es el legado y la manifestación más clara del sionismo”, escribe Nevel. “Aquellos que ignoran la Nakba —añade—, como han hecho de forma continuada las instituciones sionistas e israelíes, están negándose a reconocer el sionismo como un movimiento ilegítimo desde los inicios mismos de su surgimiento”.

Esta es, precisamente, la razón por la que la policía israelí ha impedido recientemente la “Marcha del Retorno”, que llevan a cabo todos los años los palestinos en Israel.

Durante años, Israel ha estado vigilando el desarrollo de un movimiento que, compuesto por palestinos, israelíes y otras personas de todo el mundo, está impulsando un cambio de paradigma para comprender las raíces del conflicto de Palestina. Este nuevo pensamiento ha sido el resultado racional del fin del “proceso de paz” y la muerte de la “solución de dos estados”.

Incapaz de mantener sus mitos fundacionales y de ofrecer una alternativa, el gobierno israelí está utilizando ahora medidas represivas para contener este movimiento en ciernes. De esta forma, castiga a quienes insisten en conmemorar la Nakba, multa a las organizaciones que participan en tales acontecimientos y califica de traidores a todos aquellos individuos y grupos judíos que se desvían del pensamiento oficial.

Pero en estos casos la represión no suele funcionar.

“La Marcha [del Retorno] ha sido cada vez más numerosa con el paso de los años, desafiando las medidas cada vez más represivas de las autoridades israelíes”, ha escrito Jonathan Cook en Al Yazira.

Setenta años después de la creación de Israel, el pasado reaparece en toda su dimensión. Afortunadamente, las voces palestinas que han luchado contra la narrativa oficial israelí están siendo acompañadas ahora por un número creciente de voces israelíes.

Es a través de una nueva narrativa común que puede alcanzarse una comprensión correcta del pasado, con la esperanza de que una visión pacífica del futuro pueda reemplazar a la actual vigente, que solo puede ser sostenida mediante la dominación militar, la desigualdad y la falsa propaganda.

Fuente: Analysis: Palestinian, Jewish voices must jointly challenge Israel’s past, Maan, 24/04/2017

Traducción: Javier Villate (@bouleusis)

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