Mujeres palestinas: Refugiadas, bajo ocupación militar o bloqueadas, discriminadas


SANDRA BARRILARO

Ser mujer y palestina hoy en día supone que vives como refugiada o bajo la ocupación militar, o sobrevives en la Gaza ilegalmente bloqueada o sufres discriminación en territorio israelí.

De Palestina proviene el mayor grupo de personas refugiadas del mundo, y el que por más tiempo lleva siéndolo, sesenta y nueve años desde 1948. En ese año se creó la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA), para atender, a la población expulsada de su tierra en el recién creado Estado de Israel (unas 700.000 personas) y como una medida transitoria hasta su retorno.

Dicho retorno no se ha producido y en la actualidad son 6 millones de personas registradas como refugiadas por la UNRWA, aunque se calcula que en realidad son unos 7 millones. Más de la mitad son mujeres que viven en campos de refugiados en Gaza, Cisjordania, Líbano, Siria o Jordania.

Las guerras del Líbano y Siria han azotado especialmente los campos de refugiados palestinos, como ejemplo las matanzas de Sabrá y Chatila, o el cerco y hambruna en Yarmouk… el doble exilio.

Ser mujer y refugiada significa un mayor riesgo físico y emocional. Muchas están expuestas a lo largo del camino a ser agredidas, sufrir violencia, explotación y acoso sexual, en ocasiones por las fuerzas del orden o personal humanitario, incluso en el seno de las familias. Son llevadas a matrimonios precoces en un intento de protección, derivando en embarazos de adolescentes. Apenas reciben atención obstétrica y neonatal, asistencia para quienes han sufrido violencia sexual y carecen de las mínimas condiciones para partos sin riesgos.

Sobre ella recae normalmente las tareas cotidianas de atención de la infancia, alimentación, cuidado del hogar, de personas mayores, tareas realizadas en penosas condiciones, anteponiendo las necesidades de su familia a su bienestar. A todo ello se suman las tradiciones patriarcales, diferentes formas de discriminación y explotación laboral.

Cisjordania: ocupación militar y régimen de apartheid

Ser mujer palestina y vivir en Cisjordania y Jerusalén, significa que también puede ser refugiada y vivir en uno de los 19 campos creados en 1948 y repartidos por el territorio. Significa vivir bajo la ocupación militar israelí desde 1967 que les aplica un régimen de apartheid en su propia tierra, impedida de libre movimiento mediante puestos de control y el ilegal muro, expuesta a partos en los puestos de control, con un gran número de muertes de madres y bebés, impedida de asistir a la escuela, universidad o ir a trabajar. Estar sometida a constantes violaciones del derecho internacional: destrucción de viviendas, detenciones administrativas (sin acusación formal, sin derecho a asistencia letrada, incomunicada, pudiendo prolongarse por meses incluso años) incluso siendo menor de 16 años, edad que los israelíes aplican para la mayoría a la población palestina.

Significa que la tierra y agua son robadas, expropiados los recursos naturales. Que, como en la Sudáfrica del apartheid, existen carreteras que unen asentamientos ilegales y reservadas a colonos. Significa que la potencia ocupante impedirá la reunificación familiar. Que el ocupante se reserva el derecho a que impedir viajar a otros países o recibir visitas de amistades o familia.

A pesar de ser parte activa en la resistencia, ocupar cargos públicos y tener acceso a estudios universitarios, las mujeres en Cisjordania viven en una sociedad tradicional y patriarcal que, como en la mayoría de sociedades, las expone a violencia doméstica y todavía se dan casos de “crímenes de honor”. El paro femenino alcanza el 70%, mayoritariamente trabajan en negro, aunque existan leyes que garantizan los derechos de pensión y protección social.

Israel: discriminadas y con miedo a ser atacadas

Mención aparte merecen la población palestina de Israel que, siendo ciudadanos, no tienen los mismos derechos. Desde 1948 Israel ha aprobado más de 50 leyes discriminatorias contra la población árabe, de forma directa o indirecta. En el año 2013 la Corte Suprema de Israel reafirmó la nacionalidad judía en contra de la nacionalidad israelí, La discriminación de toda la población “no judía” de Israel se refleja en mayores índices de paro, menor acceso a vivienda, educación y sanidad.

Según una encuesta, las mujeres palestinas de Israel son con diferencia el grupo más vulnerable. Casi el 80% de las palestinas de Israel sienten miedo a ser atacadas por su aspecto. La discriminación es evidente en los casos de asesinatos de mujeres; aquellos en los que la víctima es una mujer judía son resueltos en su mayoría, mientras que la mitad de los que la víctima es árabe ni tan siquiera se investiga.

Sobrevivir a los ataques y el bloqueo

Dos millones de personas sobreviven en la actualidad en Gaza, humillados desde hace diez años por un bloqueo ilegal de personas y mercancías, por tierra, mar y aire. Toda una población sometida a un castigo colectivo, contrario al derecho internacional, agravado por los periódicos y masivos bombardeos. Desde 2008 tres operaciones militares de gran envergadura llevadas a cabo por el Ejército israelí sobre la franja de Gaza han dejado cerca de cinco mil muertos, miles de heridos y la destrucción de infraestructuras, viviendas, escuelas, hospitales… Sin contar los ataques que casi a diario sufre la población.

Las cifras son de escalofrío: el 72% de la población padece seguridad alimentaria, el 94% de la población vive en situación de pobreza, el 80% de los hogares dependen de la ayuda humanitaria internacional… Aún así el 96% de la población, según Naciones Unidas, está bien educada.

La única central eléctrica fue destruida en los bombardeos de 2014, apenas hay dos horas diarias de electricidad, los acuíferos están contaminados y dependen de la electricidad para bombear el agua, los hospitales carecen de los equipos y medicamentos básicos, la población, en especial la infancia, requiere atención psicológica debido a los bombardeos… El informe de Naciones Unidas Gaza in 2020, alerta que en ese año la franja será inhabitable.

La situación de las mujeres en zonas en conflicto se ve agravada por varias circunstancias y las mujeres de Gaza son un claro ejemplo de ello. Sobre ellas recae, una vez más, el cuidado de la familia, heridos, han de convertir en muchas ocasiones las ruinas de sus viviendas en hogares habitables. El colapso de la economía de la franja ocasionado por el bloqueo incide directamente en el desempleo de las mujeres, 63%, el doble que el de hombres; y cuando consiguen un empleo suele ser en la economía sumergida y sin derechos.

El 35% de las mujeres embarazadas sufren anemia, la destrucción de hospitales por los bombardeos supone un aumento de riesgo en embarazos y partos.

Los bombardeos suponen un desplazamiento masivo de la población en busca de refugio, viviendo en situación de hacinamiento, lo cual aumenta las probabilidades en mujeres y niñas de ser agredidas sexualmente.

Como en muchas regiones del mundo, las mujeres en Gaza corren el riesgo de perder tierras, hogares y otras posesiones a la muerte de maridos, padres, hermanos, etc. o divorcio; ya que tradicionalmente son los hombres los titulares de dichas posesiones.

A la discriminación y desigualdad por su condición de mujer, habitual en todas las sociedades, la mujer palestina ve su vida agravada por la ocupación y el bloque israelí y su condición de refugiada.

A pesar de todo esto, y mucho más, la mujer palestina cumple un papel fundamental en la resistencia de este pueblo, siendo la responsable y hacedora de la conexión social. Sin sus mujeres Palestina no conservaría la cordura ni la dignidad para continuar.


Sandra Barrilaro, fotógrafa y activista española que viajó en la flotilla de Mujeres Rumbo a Gaza, en el barco Zaytoune-Oliva en 2016. Es coautora del libro Contra el olvido, Una memoria fotográfica de Palestina antes de Al Nakba 1889–1948.

Fotos: Sandra Barrilaro

Fuente: Mujeres palestinas: refugiadas, bajo ocupación militar o bloqueadas, discriminadas, Mundo Obrero, 16/03/2017

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