La vida en Gaza está marcada por la crisis eléctrica

Unos niños juegan en un parque cercano a Hamad City, en el sur de la Franja de Gaza, el 13 de febrero de 2017. (Foto: Wisam Naser / The New York Times)

MIKE MERRYMAN-LOTZE

Durante una visita que hice a Gaza el año pasado, un colega me llamó en el último momento para posponer una reunión. Me pidió disculpas y me dijo que tenía que ir a su casa para lavar la ropa, aprovechando que había vuelto la electricidad. Era la ocasión para hacer varias tareas domésticas.

Después me dijo: “La vida [en Gaza] está marcada por la crisis de la electricidad. Si hay electricidad desde las tres de la tarde hasta las 10 de la noche, no habrá mañana. Cuando hay electricidad por la tarde, voy a casa a trabajar. Lavo la ropa y todo lo demás. Cuando la electricidad se va por la tarde, no voy a casa hasta que vuelve, porque estaría sentado sin hacer nada en medio de la oscuridad. Vivo en la planta 11ª del edificio y no puedo hacer nada sin electricidad”.

En invierno, la crisis eléctrica tiene consecuencias letales. El pasado mes de mayo, el Centro Mezan de Derechos Humanos de Gaza informó que desde 2010 habían muerto 29 personas, 24 de ellas niños/as, por asfixia o quemados mientras usaban estufas de gas o velas debido a la falta de electricidad.

Si no hay cambios, seguirán muriendo personas, sobre todo si tenemos en cuenta que, debido a la actual escasez de combustible, la cantidad de electricidad proporcionada a los habitantes de Gaza ha disminuido hasta las tres horas al día durante algunos periodos.

La crisis de la electricidad comenzó en 2006, cuando el ejército israelí bombardeó la única planta de energía de Gaza, destruyendo sus seis transformadores. La producción se reanudó, solo en parte, seis meses después y en la actualidad sigue sin poder funcionar a plena capacidad.

En los diez últimos años, la infraestructura eléctrica de Gaza ha sido destruida o dañada. Gaza está bajo un bloqueo impuesto por Israel que impide que la planta importe piezas para sustituir los elementos dañados. En consecuencia, la cantidad de electricidad disponible se ha reducido drásticamente. Parches provisionales han permitido que funcione muy por debajo de su capacidad, pero esas reparaciones no pueden durar mucho. Y ahora, el sistema eléctrico de Gaza corre el riesgo de colapsarse completamente.

La Autoridad Palestina y HAMAS tienen parte de culpa en esta crisis debido a sus luchas partidistas y a sus políticas fiscales, que han limitado la capacidad de la única planta eléctrica de Gaza para comprar combustible. Sin embargo, la responsabilidad principal recae en Israel, cuyo bloqueo y agresiones militares están en la raíz de la crisis e impiden que pueda resolverse.

La red eléctrica de Gaza está conectada con el sistema israelí, del que depende, y puesto que el estado hebreo limita la cantidad de energía que vende a Gaza, las líneas eléctricas solo pueden suministrar una parte de las necesidades totales del enclave. Las restricciones israelíes a las importaciones de combustible de Gaza también limitan la producción. Incluso antes de la actual crisis de combustible, solo se cubría menos de la mitad de la demanda de electricidad del territorio, a saber, unos 470 megavatios.

Esta situación afecta a la salud y el bienestar de los residentes, obstaculiza la prestación de servicios fundamentales —como son los hospitales, las escuelas y los sistemas de saneamiento y suministro de agua— e imposibilita que funcionen las empresas. Se necesitan nuevas plantas depuradoras para tratar las aguas residuales, que ahora están siendo vertidas al Mediterráneo. Pero aunque se construyeran, no podrían funcionar sin un suministro constante y seguro de electricidad. Lo mismo cabe decir sobre la necesidad de plantas desalinizadoras para el suministro de agua potable. Por último, las fábricas no pueden funcionar sin electricidad, por muchas oportunidades que haya para hacer negocios.

En octubre del año pasado, hablé con Ismael Ramlawi, propietario de una factoría en Gaza, sobre los efectos de la crisis de electricidad en su negocio. “Aunque en teoría tenemos ocho horas de electricidad al día, los cortes de 30 minutos, una hora o dos horas son continuos”, dijo. “Cuando la electricidad se va, perdemos parte de nuestra producción y necesitamos 15 minutos para poner en marcha un generador y recalentar el equipo con el fin de reiniciar la producción. Tenemos cortes de energía cuatro o cinco veces al día, lo que significa que perdemos al menos una hora de producción. Así las cosas, solo podemos funcionar durante tres o cuatro horas al día”.

Esta situación no puede continuar, pero lo cierto es que empeora cada vez más. Hace falta poner fin al bloqueo y asegurar que se respeten los derechos de los palestinos, incluyendo su derecho a la electricidad. Si no hay cambios en la situación, las crisis humanitaria y política en Gaza seguirán agravándose.

Israel ha justificado su bloqueo de Gaza diciendo que debe garantizar la seguridad de los israelíes, pero después de diez años, esa medida no ha servido para acercar ese objetivo y, sin embargo, ha socavado radicalmente los derechos de los palestinos. La seguridad de los israelíes no puede lograrse a expensas de la seguridad de los palestinos. El bloqueo debe terminar.


Mike Merryman-Lotze es director del programa Palestina-Israel del Comité de Servicios de Amigos Americanos (AFSC).

Fuente: Life in Gaza Is Shaped by the Electricity Crisis, Truthout, 10/03/2017

Traducción: Javier Villate (@bouleusis)

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