El plan de la izquierda israelí para salvar los asentamientos

El pensamiento que está detrás del plan de paz de diez puntos de Isaac Herzog es el resultado inevitable de la relación de desigualdad entre una potencia ocupante y un pueblo ocupado. Está basado totalmente en los intereses de Israel e ignora por completo la idea de que los palestinos tienen derechos inalienables y, entre ellos, los mismos derechos a las mismas libertades que todos los demás.

Isaac Herzog, presidente de la Unión Sionista y del Partido Laborista israelí en el parlamento, el 1 de febrero de 2017. (Jonatan Sindel / Flash90)

MITCHELL PLITNICK

El líder de la oposición israelí Isaac Herzog, jefe del Partido Laborista, hizo público esta semana un “plan de diez puntos” para reiniciar el proceso de paz. Sus objetivos explícitos son evitar que la derecha israelí logre anexionar Cisjordania, conservar los bloques de asentamientos, poner fin al dominio de Israel sobre otro pueblo y concluir una paz regional. Lamentablemente, de ponerse en práctica, su plan solo podría alcanzar probablemente uno de esos objetivos: el hecho ya consumado de mantener los bloques de asentamientos.

El punto básico del plan de Herzog es una congelación de diez años en la construcción de nuevos asentamientos fuera de los bloques ya existentes, junto con una vaga promesa de estimular la economía palestina. Al final de los diez años, darían comienzo unas negociaciones sobre el estatus final, pero con la condición de que ese periodo de tiempo haya transcurrido “sin violencia”.

Estas ideas son absolutamente irrealistas. Herzog “garantizaría” los diez años de tranquilidad mediante el establecimiento, a través del Consejo de Seguridad de la ONU, de un mecanismo encargado de vigilar y prevenir “todo terrorismo e incitación a la violencia”. Al decir “todo” en lugar de “palestino”, Herzog para implicar que la prohibición se extendería a israelíes y palestinos por igual.

Esto es genial en teoría. En la práctica, requiere mucho más que lo que Herzog parece dispuesto a hacer. Según su plan, el ejército israelí seguiría operando en toda Cisjordania y, en coordinación con los servicios de seguridad palestinos, actuando para impedir la violencia. Pero eso no es diferente de la situación actual. En la práctica, las fuerzas de seguridad israelíes y palestinas han cooperado cuando ha sido necesario para combatir la violencia palestina. Ahora bien, los servicios de seguridad israelíes están capacitados para vigilar a los palestinos, mientras que lo contrario no es cierto. Los colonos han podido cometer todos los días actos de violencia y acoso sin temor, normalmente, a ser arrestados y mucho menos procesados.

Por otro lado, el plan de Herzog propone completar el muro de separación y entregar paulatinamente más competencias a los palestinos para que gobiernen sus propios asuntos. En última instancia, a menos que los palestinos puedan unificar a sus líderes, Israel no les permitirá declarar un estado y, aunque se lo permitiera, Herzog no se pronuncia sobre si Israel debería reconocer dicho estado.

Este tipo de pensamiento es el resultado inevitable de la relación desigual entre la potencia ocupante, que es una superpotencia regional estable y económicamente poderosa, y un pueblo desposeído y ocupado. La decisión está totalmente en manos de Israel y está basada completamente en los intereses de Israel, no en el reconocimiento de que los palestinos tienen derechos inalienables, entre ellos a las mismas libertades que todos los demás.

Por otra parte, Herzog repite el viejo error de dar un poder de veto a quienes emplean la violencia. Todo el que se oponga a la cooperación con Israel, como es el caso de HAMAS y grupos mucho más radicales, necesitan cometer actos de violencia para frustrar el trato. De hecho, el plan de Herzog incentiva a esos grupos, y también a los colonos israelíes y demás extremistas, a hacer precisamente eso.

Obras de construcción en el asentamiento de Ariel, en Cisjordania, el 5 de enero de 2017. (Foto: Sebi Berens / Flash90)


Herzog apenas se preocupa de garantizar que Israel vigilaría a sus colonos o comenzaría a abordar la violencia cotidiana que sufren los palestinos. Esa ausencia también empujaría a más palestinos a recurrir a la violencia, lo cual, a su vez, obligaría a la Autoridad Palestina (AP) a actuar más enérgicamente, incrementando la precariedad de su legitimidad y manteniendo el actual status quo. Además, una AP que aceptara este plan tal vez gozara de algún apoyo entre los palestinos, pero también tendría que enfrentarse a una oposición cada vez más activa que ya cree que la AP no es más que un agente de la ocupación israelí.

En último término, los fundamentos del plan de Herzog son inherente y fatalmente defectuosos. Está basado en la idea de que el status quo actual puede mantenerse durante diez años más y que esto traería la paz antes de que se llegara a un acuerdo entre Israel y los palestinos.

Pero un acuerdo no es la consecuencia de la paz, sino al revés: se consigue la paz después de un acuerdo. Los palestinos ya viven en una realidad en la que saben que tienen que enfrentarse a la respuesta de un estado fuerte y unificado si ellos resisten violenta o pacíficamente a la ocupación. Evidentemente, esa amenaza no ha conducido a la paz, y no hay ninguna razón para creer que lo hará en el futuro.

Herzog desarrolló este plan a partir de sus críticas al rechazo del primer ministro Benjamín Netanyahu de una oferta para reanudar el proceso de paz el año pasado. La oferta en cuestión fue presentada en una cumbre que contó con la asistencia de Netanyahu, el rey Abdulah II de Jordania, el presidente egipcio Abdel Fatah al Sisi y el secretario de estado estadounidense John Kerry. Según dicha oferta, una iniciativa de paz regional acompañaría a unas renovadas conversaciones con los palestinos, todo lo cual estaría basado en los mismos seis puntos que Kerry había presentado públicamente poco antes de que abandonara su puesto:

  • fronteras seguras e internacionalmente reconocidas entre Israel y una Palestina contigua viable, negociadas en base a la Línea Verde de 1967 y en intercambios de territorios equivalentes mutuamente acordados;

  • cumplimiento de la Resolución 181 de la Asamblea General de la ONU de dos estados para dos pueblos, uno judío y otro árabe, con mutuo reconocimiento y con plenos e iguales derechos para todos sus ciudadanos;

  • una solución justa, acordada, equitativa y realista del problema de los refugiados palestinos, con ayuda internacional, que incluya compensaciones, opciones y ayuda para encontrar hogares permanentes, reconocimiento del sufrimiento y otras medidas necesarias para una resolución comprehensiva que sea consistente con la visión de dos estados para dos pueblos;

  • una solución negociada para Jerusalén como capital internacionalmente reconocida de los dos estados, que incluya la protección y el libre acceso a los lugares sagrados, consistente con el status quo establecido;

  • satisfacción de las necesidades de seguridad de Israel y fin completo de la ocupación, mientras se asegura que Israel pueda defenderse eficazmente y que Palestina pueda proporcionar seguridad para su gente en un estado soberano y no militarizado, y

  • fin del conflicto y de todas las reclamaciones pendientes, permitiendo unas relaciones normalizadas y una mayor seguridad regional para todos, tal como se contempla en la iniciativa árabe de paz.

Netanyahu rechazó esta propuesta, a sabiendas de que, si la aceptaba, tendría una violenta respuesta de parte de la derecha israelí. Cualesquiera que sean sus intenciones, Herzog ha presentado un plan que es, simplemente, otra forma de rechazo de la propuesta de Kerry. Sus seis puntos plantean un estatus final que, según Herzog, ni siquiera sería discutido hasta que hubieran transcurrido diez años sin violencia.

¿Hay alguien que crea que semejante plan es realista?


Mitchell Plitnick fue vicepresidente de la Fundación para la Paz en Oriente Medio y fue director de la oficina estadounidense de B’Tselem, centro israelí de información sobre los derechos humanos en los territorios ocupados. Anteriormente, fue también director de políticas y educación de Voz Judía para la Paz. Es un analista político ampliamente respetado. Este artículo fue publicado originalmente en Lobelog.com.

Fuente: The Israeli Left’s plan to save the settlements, +972 Magazine, 24/02/2017

Traducción: Javier Villate (@bouleusis)

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