Una economía al servicio de la vida y sujeta a los límites físicos de la tierra

Se suele definir la economía como el proceso que permite obtener los bienes y servicios necesarios para reproducir la sociedad. Las idea de la satisfacción de las necesidades nos conduce a dos relaciones de dependencia que son insoslayables en nuestra especie.

La primera de ellas es la dependencia de la naturaleza. Somos naturaleza y pensar la vida al margen de la biosfera es simplemente un construcción cultural errónea e ilusa. Pero, además, somos interdependientes. Existimos gracias a las relaciones que establecemos con otros seres humanos que a lo largo de toda la vida, pero sobre todo en algunos momentos del ciclo vital, cuidan y atienden las necesidades de los cuerpos vulnerables y finitos que constituyen el territorio del ser.

La vida humana individual, por tanto, no es una certeza, es una posibilidad. Y esa posibilidad se materializa a través del metabolismo social, un proceso compuesto por una larga cadena de mediaciones sociales, culturales y tecnológicas que establecen unas reglas de reparto y acceso dentro de un orden social y simbólicamente dado. Este proceso metabólico permite que los bienes fondo que aportan los ciclos de la naturaleza y los flujos de materiales y energía se transformen en bienes y servicios capaces de satisfacer las necesidades de las personas, surgidas y expresadas dentro de ese marco social. Este proceso, permiten también el mantenimiento y cuidado de los seres humanos y sus cuerpos. Nadie que se sitúe fuera de esas redes y mediaciones sociales puede llegar a constituirse en ser humano, ni experimentar y satisfacer las necesidades humanas.

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