El capitalismo es desigualdad, y la vida es otra cosa

Vivimos en un sistema económico, el capitalista o de mercado, donde la desigualdad crece constantemente, especialmente en las últimas décadas. Esta situación ocurre tanto dentro de los propios países, ricos y pobres, como entre ellos mismos.

A la par, las políticas públicas de carácter redistributivo para hacer frente a la desigualdad, cada vez son más raquíticas. Y ello a pesar de que economistas liberales como Keynes tenían muy claro que dichas políticas redistributivas y de gasto público eran claves para afrontar la inestabilidad cíclica del sistema capitalista por la vía de la demanda agregada.

El capitalismo es competencia. La vida es cooperación.

El capitalismo alienta y protege la desigualdad. La pobreza y la exclusión son sus consecuencias naturales.

Procede organizar la vida de los pueblos y las relaciones entre ellos de acuerdo con principios de respeto y austeridad.

La austeridad y la sencillez voluntaria es una obligación moral de las sociedades y las personas del mundo “hiperdesarrollado” cuando somos conscientes que nuestro estilo de vida es depredador de la Naturaleza y dañino para la mayor parte de los seres humanos.

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