La ayuda humanitaria en Haití

Jake Johnston

Publicado originalmente en: Humanitarian Aid in Haiti, Counterpunch, 26/12/2011



"Los donantes y las organizaciones de ayuda prefieren ser los jefes de su propio dinero. Y quieren decidir cómo gastarlo, dónde gastarlo y, en definitiva, si lo van a gastar", ha dicho recientemente Linda Polman, autora de The Crisis Caravan: What's Wrong with Humanitarian Aid. Estas declaraciones van a la raíz de lo que muchos creen que ha sido el mayor fracaso de la ayuda humanitaria en Haití: la exclusión de voces haitianas de los procesos de tomas de decisiones.

Cuando se aproxima el segundo aniversario del terremoto, cientos de miles de supervivientes del mismo permanecen en campamentos con pocos o ningún servicio básico. Aunque muchas organizaciones de ayuda tienen todavía grandes reservas de fondos, algunas se están retirando de los campamentos e interrumpiendo servicios esenciales, como son el suministro de agua y saneamiento. Se espera que se construyan unos 125.000 refugios temporales, pequeñas estructuras concebidas para durar unos pocos años, pero esta cifra está basada en lo que prometieron las ONGs, y no en las necesidades sobre el terreno. El resultado es que después de que estos refugios se construyan, cientos de miles de personas seguirán solamente con soluciones de "emergencia", lo que suele consistir en no mucho más que una o dos lonas hechas jirones, que estaban destinadas para ser utilizadas no más de unos pocos meses.

Con miles de millones de dólares prometidos y la situación de los campamentos de refugiados deteriorándose cada vez más, las preguntas son: ¿dónde está el dinero? ¿Ha cubierto alguna de las necesidades reales del pueblo haitiano? Este es el tema de un documental de Michele Mitchell y su equipo de Film at Eleven, que será emitido en enero por la PBS en EEUU. Mitchell me dijo que "una cosa que he oído constantemente, primero de los haitianos y luego también de algunos trabajadores humanitarios, fue que los haitianos de los campamentos, la gente a la que se supone que debía ayudar el dinero de las ayudas, fueron excluidos casi completamente del proceso de planificación. En Haiti: Where Did the Money Go?, el espectador es llevado desde unas entrevistas con algunas de las ONGs más grandes que operan en Haití a otras entrevistas con refugiados de los campamentos. La yuxtaposición de los grandiosos logros de los que se vanaglorian las ONGs (y los estilos de vida que exhiben algunos trabajadores humanitarios) con las miserables condiciones de vida de los campamentos, deja clara la grave desconexión existente entre el pueblo haitiano y aquellos que está allí supuestamente para ayudarles.


El problema no es únicamente con las ONGs, sino también con los donantes. Y es, en gran parte, sistémico. Como me dijo un miembro de una de las organizaciones humanitarias más grandes que hay en Haití, "en los últimos diez años, los recursos de la ONG han pasado de ser actores a contratistas", y añadió que "la gente vuela de crisis en crisis, a sus diez reuniones de los grupos y para escribir propuestas de financiación... Si consiguen un contrato, pueden ofrecer un empleo, de lo contrario se joden". Con toda la pelea que hay por el dinero y las propuestas, una voz crítica queda fuera: la de los beneficiarios.

En ninguna parte es esto más claro que en la provisión de alojamientos, que sigue siendo el fracaso más clamoroso en la ayuda humanitaria casi dos años después del terremoto. Una evaluación independiente de las agencias que proporcionan refugio, realizada por encargo de la Federación Internacional de la Cruz Roja, ilustra ese fracaso con claridad. El estudio ha encontrado que la provisión de alojamientos se basó más en la oferta (lo que las ONGs querían ofrecer) que en la demanda (lo que los haitianos necesitaban realmente). "Las personas afectadas no fueron consultadas y tampoco se tomaron en cuenta sus capacidades; el resultado fue que aquellos que tenían el dinero [extranjero] eran los que decidían", dijo un haitiano al equipo de evaluación.

La construcción de refugios temporales se vio obstaculizada por la enorme cantidad de escombros que congestionan la capital. Si bien el equipo de evaluación descubrió que "el dinero no era un problema para la construcción de viviendas", había pocos fondos asignados a la retirada de los escombros. ¿Por qué? En palabras del equipo de evaluación, "los donantes [...] ya habían asignado sus fondos a la construcción de refugios temporales", mientras las ONGs eran "reacias a gastar el dinero que habían recogido por su cuenta". Quizás un nuevo refugio temporal proporciona una mejor imagen para reclamar dinero que una carretilla de cemento.

Mientras tanto, a medida que la construcción de refugios temporales se retrasaba más y más, y las condiciones de los campamentos seguían empeorando, las ONGs no cambiaban, o no podían cambiar, de rumbo. Esto se debía a "los compromisos con los donantes", así como a "una falta de voluntad de trabajar en otras opciones de alojamientos temporales", según el informe de la evaluación. Es mejor para las relaciones públicas poner el logotipo de tu ONG en un nuevo refugio temporal que en una ayuda para el alquiler o la reparación de una vivienda.

En cuanto al refugio que ha sido proporcionado, no se tomó en consideración el tamaño de las familias, y la norma de dos lonas por familia como refugio de "emergencia" no se basó en la capacidad real de las familias para crear un refugio adecuado. De forma nada sorprendente, el resultado fue que "los refugios de emergencia y provisionales no mejoraron la protección ni redujeron los riesgos de violencia de género, la explotación y el abuso sexuales". En realidad, como explica el equipo de evaluación, "casi todos los participantes en los grupos de estudio describieron las condiciones de los refugios de emergencia como 'infrahumanas', 'insoportables' o, simplemente, 'muy malas'".

A medida que se acerque la conmemoración del terremoto, a dos años del mismo, conoceremos numerosos informes sobre los miles de millones de dólares recogidos por las ONGs o comprometidos por los donantes, y lo relativamente poco que se ha gastado sobre el terreno. Ciertamente, todo el que haya donado 10 dólares a una organización humanitaria supuso, probablemente, que se gastaría para aliviar el sufrimiento masivo causado por el terremoto. Dos años después, el sufrimiento continúa y cientos de millones de dólares duermen el sueño de los justos en cuentas que devengan intereses. Es una situación terrible que debería ser investigada por el Congreso de EEUU, pero es igualmente preocupante la creciente evidencia de que buena parte del dinero que se ha gastado no ha servido para abordar las necesidades reales del pueblo haitiano.

A día de hoy, no existe un plan relevante para hacer frente a la crisis de viviendas y a los cientos de miles que permanecen refugiados. A pesar de los miles de millones prometidos y donados, lo poco que ha llegado a la gente no ha servido para abordar el problema de forma sostenible. Si han de encontrarse soluciones y los derechos de los haitianos deben ser respetados, los donantes extranjeros y las ONGs deberían empezar por escuchar a aquellos que están en Haití para ayudar y empezar por dar respuestas a la demanda, y no a la oferta.


Jake Johnston es investigador internacional del Center for Economic and Policy Research (CEPR). Escribe sobre temas relacionados con Haití en el blog Relief and Reconstruction Watch.

Traducción: Javier Villate

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