Iniciativa rusa para el cambio democrático en Siria
Sami Moubayed
Publicado originalmente en: Russia's 'democracy package' for Syria, Asia Times Online, 7/01/2012
Los rusos han venido hablando mucho acerca de una solución yemení para Siria, sin entrar en demasiados detalles. El ministro de Relaciones Exteriores Sergei Lavrov lo dijo públicamente dos veces en menos de una semana, impresionado por el acuerdo entre el presidente yemení Alí Abdulá Saleh y la oposición de ese país.
Fuentes cercanas a Moscú dicen que a finales de enero se anunciará una "iniciativa rusa" para Siria, basada en el acuerdo yemení. Aparentemente, la iniciativa será una creación de rusos y estadounidenses, pero será presentada y defendida como una propuesta rusa, de la A a la Z.
Washington no quiere implicarse directamente en los asuntos sirios a nivel micro, pues está demasiado ocupado con las elecciones presidenciales que se celebrarán este año y tiene miedo de que un apoyo directo de EEUU sea perjudicial para la oposición siria. Al parecer, Washington y gran parte de la Unión Europea han dado carta blanca a Rusia para buscar una solución en Siria, en coordinación con la Liga Árabe.
Por su parte, Rusia garantizaría que los intereses estadounidenses en Siria serían preservados, por lo que se refiere a las relaciones de Siria con Hezbolá en Líbano y con Hamas en Gaza, y a sus compromisos con el proceso de paz.
Después de todo, los rusos conocen mejor que los norteamericanos y los europeos la situación en el interior de Siria, gracias a 50 años de contactos diarios con las autoridades sirias. Saben quién es quién en Siria y pueden pulsar los botones adecuados —si es que quieren— para promover los cambios. Además, quieren que se acabe este punto muerto, porque no beneficia a sus intereses en Oriente Medio. Si cae el régimen sirio, los rusos están convencidos de que su influencia en el mundo árabe también caerá.
Con el fin de que esta iniciativa vea la luz, los rusos necesitan algo tangible en sus manos para protegerse de los críticos del gobierno sirio y probar que Rusia puede cumplir sus promesas.
Sin embargo, no han hecho muchos progresos hasta la fecha, aparte de una frágil ley de partidos políticos que no ha conseguido que se creen partidos reales y atractivos para los activistas sirios hartos de 48 años de gobierno del Partido Baaz.
La violencia y las muertes han continuado desde que estallaran los disturbios a comienzos del año pasado. Y también perdura la decisión de los baazistas de no ceder, o compartir, el poder.
A Rusia no le ha sorprendido el desarrollo de los acontecimientos en Siria. El malestar ruso podría explicar por qué los sirios, de repente, parecen tener prisa por establecer tres importantes compromisos en las cuatro semanas siguientes, que tendrían como objetivo satisfacer las demandas rusas.
Al parecer, los rusos pidieron tres cosas antes de lanzar su iniciativa para Siria:
La nueva constitución estaría lista a mediados de febrero y el artículo 8 —que designa al Partido Baaz como "líder del estado y de la sociedad"— habría sido eliminado. El congreso del Partido Baaz tendría lugar en la primera semana de febrero.
Por otro lado, ya están en marcha las conversaciones con el Comité de Coordinación, una coalición opositora dirigida por el veterano Hasan Abdul Azeem, con el fin de formar un gobierno de unidad nacional.
El gabinete estaría encabezado, seguramente, por un miembro de la oposición y no por un baazista, como ha sucedido desde 1963. Este gobierno podría ver la luz, dicen algunos medios de comunicación, antes de finales de enero.
Al parecer, la nueva constitución modificará el mecanismo de elección del primer ministro. Desde 1973, los primeros ministros han sido designados directamente —y cesados— por el presidente de la república. Tenía gran autoridad ejecutiva, pero ningún poder o influencia política, aunque se le otorgaba un puesto ceremonial en el gobernante Comando Regional del Partido Baaz.
Eso ha sido modificado, y un nuevo primer ministro será nombrado por el partido que obtenga una mayoría en el parlamento, tal como era norma antes de que el Baaz llegara al poder en 1963.
El primer ministro rendirá cuentas ante la cámara de diputados, que puede designar o cesar a voluntad a un primer ministro, sin recurrir al presidente. Además, se reducirán algunos poderes del presidente y se entregarán al primer ministro. Esta es otra de las exigencias rusas.
Entre otros cambios de la nueva carta magna figura la eliminación de la autoridad del Comando Regional para nombrar un candidato presidencial. A partir de ahora, un candidato presidencial necesitará ser nominado por el 20 por ciento de los miembros del parlamento (es decir, 50 de los 250 diputados). Para que se celebren elecciones presidenciales, debe haber un mínimo de dos candidatos presidenciales. No está claro cuál será la duración del mandato presidencial, aunque algunos independientes y líderes de la oposición están presionando para que sea cinco años, en lugar de siete, renovables solamente una vez, y no indefinidamente, tal como ocurre en la actualidad.
En teoría, el nuevo sistema sería una democracia parlamentaria y sentaría las bases de la política siria en el futuro inmediato, contemplando, quizás, elecciones presidenciales en 2012 o 2013.
Si estos cambios se materializan y no son frustrados por la línea dura, varias figuras de la oposición podrían aceptar formar parte del gobierno, siempre y cuando esto les sea presentado como parte del "paquete democrático" promovido por los rusos.
Arriesgarían su reputación y sus carreras, pero un resultado genuinamente democrático haría que mereciera la pena el intento. Sin embargo, necesitan ciertas garantías fiables de que el estado se transformará radicalmente, de un estado policial a una democracia, donde la libertad de expresión, de conducta y de reunión estén garantizadas por la ley. Después de todo, el actual sistema no puede aceptar un primer ministro de la oposición elegido democráticamente si dice lo que piensa y es popular en la calle.
Ni la prensa estatal ni los servicios de inteligencia, y desde luego tampoco los baazistas, aceptarían fácilmente ese cambio radical que acabaría con la forma en que han hecho las cosas durante años. Pero las conversaciones con el Comité de Coordinación están en marcha, representado este por Hasan Abdul Azeem en Siria y por el activista de derechos humanos Haitham Manaa en el exterior.
Se ha hablado de este último como nuevo primer ministro, aunque no ha aceptado ni rechazado el nombramiento. Podría aceptar, como parte de un paquete democrático, pero no, desde luego, con el actual status quo del primer ministro Adel Safar, pues sería un suicidio político para cualquier político serio, independiente o de la oposición.
Se cree que el Comité de Coordinación, compuesto por partidos nacionalistas árabes, políticos nasseristas, kurdos y laicistas, será el favorito del secretario de la Liga Árabe Nabil Al Arabi, que es un nacionalista árabe integral. Incluye, además, nombres respetados como el de Husein Al Odat, un veterano baazista con un registro excepcionalmente impecable. La mayoría de sus miembros han hecho sus carreras dentro y fuera de la cárcel.
Los rusos, que han invitado al Comité de Coordinación para celebrar unas conversaciones en Moscú este mes, apoyan claramente a este grupo más que al Consejo Nacional Sirio (CNS), preferido por Occidente.
A finales de 2011, dieron la bienvenida a una delegación del CNS, pero esas conversaciones no llevaron a ningún sitio. Los rusos presionaron para que el CNS se sentara a dialogar con el régimen, pero este insistió en que el único diálogo que tendrían con las autoridades sirias sería sobre la entrega del poder.
El Comité de Coordinación, sin embargo, ha adoptado una postura más posibilista, estando dispuesto a hablar para compartir el poder con las autoridades como un paso adelante en la democratización del régimen desde dentro.
Dicho esto, el Comité de Coordinación no es tan influyente a nivel de las bases como lo es la Hermandad Musulmana, que forma parte del CNS. Quiero esto decir que, si se alcanzara un acuerdo, que fuera respaldado por Rusia, es probable que no apaciguara las calles sirias, que están exigiendo un cambio radical de régimen.
La última semana, el CNS firmó un acercamiento con el Comité de Coordinación, pero fracasó rápidamente. Fue hecho trizas por miembros del CNS. Estos afirmaron que su presidente, Bourhan Ghalioun, había firmado el acuerdo sin consultar con el consejo ejecutivo del CNS. Veinticuatro horas después de su firma, el acercamiento se rompió, dejando de nuevo dividida a la oposición siria.
No está claro que todas estas soluciones vean alguna vez la luz, dado el gran malestar y desconfianza que existen en las calles sirias, la radicalización de las autoridades y el rechazo categórico del CNS a apoyar un pacto de esas características.
Su éxito depende, en buena parte, de cuatro cosas: el fin de las matanzas y de las operaciones militares, la presión seria de los rusos, la disposición del estado sirio a permitir el cambio antes de que sea demasiado tarde, y el informe de los observadores de la Liga Árabe, que debe presentarse este fin de semana.
Si el informe es "suave" sobre las responsabilidades de las autoridades sirias —o las divide en una proporción de 60 a 40 por ciento entre estas y los "grupos armados" de la oposición siria—, esto podría facilitar un acuerdo con alguien como Manaa, más próximo a la realidad. Este tendría que ser un verdadero primer ministro, con poderes reales, autoridad y aceptación.
El nuevo gobierno necesitaría, también, que figuras de la oposición prestaran al mismo sus nombres y reputación, no unos opositores light, condescendientes con el régimen y que no sean tomados en serio por nadie, ni por la calle siria, ni por Rusia, ni por Occidente.
Y el nuevo régimen sirio tendría que ser democrático, en el que imperen la justicia, el constitucionalismo y la rendición de cuentas, algo que Siria no ha conocido en los últimos 50 años.
Un informe enérgico de la Liga Árabe, que responsabilice al gobierno sirio en su totalidad por lo que está sucediendo en Siria, imposibilitaría que cualquier persona que se tome a sí misma en serio aceptara ser primer ministro para convertirse en otro Adel Safar.
Rusia presionó para que los observadores de la Liga Árabe dieran al traste con una propuesta alemana para que observadores internacionales visitaran Siria, con la esperanza de que la Liga "arabizaría" el caso sirio y ayudara a recomponer la dañada imagen del régimen sirio, tras diez meses de violencia, como un paso adelante para lanzar el "paquete democrático" ruso.
Sami Moubayed es profesor universitario, historiador y editor de Forward Magazine en Siria.
Traducción: Javier Villate
Publicado originalmente en: Russia's 'democracy package' for Syria, Asia Times Online, 7/01/2012
Los rusos han venido hablando mucho acerca de una solución yemení para Siria, sin entrar en demasiados detalles. El ministro de Relaciones Exteriores Sergei Lavrov lo dijo públicamente dos veces en menos de una semana, impresionado por el acuerdo entre el presidente yemení Alí Abdulá Saleh y la oposición de ese país.
Fuentes cercanas a Moscú dicen que a finales de enero se anunciará una "iniciativa rusa" para Siria, basada en el acuerdo yemení. Aparentemente, la iniciativa será una creación de rusos y estadounidenses, pero será presentada y defendida como una propuesta rusa, de la A a la Z.
Washington no quiere implicarse directamente en los asuntos sirios a nivel micro, pues está demasiado ocupado con las elecciones presidenciales que se celebrarán este año y tiene miedo de que un apoyo directo de EEUU sea perjudicial para la oposición siria. Al parecer, Washington y gran parte de la Unión Europea han dado carta blanca a Rusia para buscar una solución en Siria, en coordinación con la Liga Árabe.
Por su parte, Rusia garantizaría que los intereses estadounidenses en Siria serían preservados, por lo que se refiere a las relaciones de Siria con Hezbolá en Líbano y con Hamas en Gaza, y a sus compromisos con el proceso de paz.
Después de todo, los rusos conocen mejor que los norteamericanos y los europeos la situación en el interior de Siria, gracias a 50 años de contactos diarios con las autoridades sirias. Saben quién es quién en Siria y pueden pulsar los botones adecuados —si es que quieren— para promover los cambios. Además, quieren que se acabe este punto muerto, porque no beneficia a sus intereses en Oriente Medio. Si cae el régimen sirio, los rusos están convencidos de que su influencia en el mundo árabe también caerá.
Con el fin de que esta iniciativa vea la luz, los rusos necesitan algo tangible en sus manos para protegerse de los críticos del gobierno sirio y probar que Rusia puede cumplir sus promesas.
Sin embargo, no han hecho muchos progresos hasta la fecha, aparte de una frágil ley de partidos políticos que no ha conseguido que se creen partidos reales y atractivos para los activistas sirios hartos de 48 años de gobierno del Partido Baaz.
La violencia y las muertes han continuado desde que estallaran los disturbios a comienzos del año pasado. Y también perdura la decisión de los baazistas de no ceder, o compartir, el poder.
A Rusia no le ha sorprendido el desarrollo de los acontecimientos en Siria. El malestar ruso podría explicar por qué los sirios, de repente, parecen tener prisa por establecer tres importantes compromisos en las cuatro semanas siguientes, que tendrían como objetivo satisfacer las demandas rusas.
Al parecer, los rusos pidieron tres cosas antes de lanzar su iniciativa para Siria:
- una nueva constitución que termine con el monopolio del Partido Baaz,
- un congreso del Partido Baaz que siente las bases para una Siria post-Baaz, y
- un gobierno de unidad nacional que incluya a pesos pesados de la oposición siria.
La nueva constitución estaría lista a mediados de febrero y el artículo 8 —que designa al Partido Baaz como "líder del estado y de la sociedad"— habría sido eliminado. El congreso del Partido Baaz tendría lugar en la primera semana de febrero.
Por otro lado, ya están en marcha las conversaciones con el Comité de Coordinación, una coalición opositora dirigida por el veterano Hasan Abdul Azeem, con el fin de formar un gobierno de unidad nacional.
El gabinete estaría encabezado, seguramente, por un miembro de la oposición y no por un baazista, como ha sucedido desde 1963. Este gobierno podría ver la luz, dicen algunos medios de comunicación, antes de finales de enero.
Al parecer, la nueva constitución modificará el mecanismo de elección del primer ministro. Desde 1973, los primeros ministros han sido designados directamente —y cesados— por el presidente de la república. Tenía gran autoridad ejecutiva, pero ningún poder o influencia política, aunque se le otorgaba un puesto ceremonial en el gobernante Comando Regional del Partido Baaz.
Eso ha sido modificado, y un nuevo primer ministro será nombrado por el partido que obtenga una mayoría en el parlamento, tal como era norma antes de que el Baaz llegara al poder en 1963.
El primer ministro rendirá cuentas ante la cámara de diputados, que puede designar o cesar a voluntad a un primer ministro, sin recurrir al presidente. Además, se reducirán algunos poderes del presidente y se entregarán al primer ministro. Esta es otra de las exigencias rusas.
Entre otros cambios de la nueva carta magna figura la eliminación de la autoridad del Comando Regional para nombrar un candidato presidencial. A partir de ahora, un candidato presidencial necesitará ser nominado por el 20 por ciento de los miembros del parlamento (es decir, 50 de los 250 diputados). Para que se celebren elecciones presidenciales, debe haber un mínimo de dos candidatos presidenciales. No está claro cuál será la duración del mandato presidencial, aunque algunos independientes y líderes de la oposición están presionando para que sea cinco años, en lugar de siete, renovables solamente una vez, y no indefinidamente, tal como ocurre en la actualidad.
En teoría, el nuevo sistema sería una democracia parlamentaria y sentaría las bases de la política siria en el futuro inmediato, contemplando, quizás, elecciones presidenciales en 2012 o 2013.
Si estos cambios se materializan y no son frustrados por la línea dura, varias figuras de la oposición podrían aceptar formar parte del gobierno, siempre y cuando esto les sea presentado como parte del "paquete democrático" promovido por los rusos.
Arriesgarían su reputación y sus carreras, pero un resultado genuinamente democrático haría que mereciera la pena el intento. Sin embargo, necesitan ciertas garantías fiables de que el estado se transformará radicalmente, de un estado policial a una democracia, donde la libertad de expresión, de conducta y de reunión estén garantizadas por la ley. Después de todo, el actual sistema no puede aceptar un primer ministro de la oposición elegido democráticamente si dice lo que piensa y es popular en la calle.
Ni la prensa estatal ni los servicios de inteligencia, y desde luego tampoco los baazistas, aceptarían fácilmente ese cambio radical que acabaría con la forma en que han hecho las cosas durante años. Pero las conversaciones con el Comité de Coordinación están en marcha, representado este por Hasan Abdul Azeem en Siria y por el activista de derechos humanos Haitham Manaa en el exterior.
Se ha hablado de este último como nuevo primer ministro, aunque no ha aceptado ni rechazado el nombramiento. Podría aceptar, como parte de un paquete democrático, pero no, desde luego, con el actual status quo del primer ministro Adel Safar, pues sería un suicidio político para cualquier político serio, independiente o de la oposición.
Se cree que el Comité de Coordinación, compuesto por partidos nacionalistas árabes, políticos nasseristas, kurdos y laicistas, será el favorito del secretario de la Liga Árabe Nabil Al Arabi, que es un nacionalista árabe integral. Incluye, además, nombres respetados como el de Husein Al Odat, un veterano baazista con un registro excepcionalmente impecable. La mayoría de sus miembros han hecho sus carreras dentro y fuera de la cárcel.
Los rusos, que han invitado al Comité de Coordinación para celebrar unas conversaciones en Moscú este mes, apoyan claramente a este grupo más que al Consejo Nacional Sirio (CNS), preferido por Occidente.
A finales de 2011, dieron la bienvenida a una delegación del CNS, pero esas conversaciones no llevaron a ningún sitio. Los rusos presionaron para que el CNS se sentara a dialogar con el régimen, pero este insistió en que el único diálogo que tendrían con las autoridades sirias sería sobre la entrega del poder.
El Comité de Coordinación, sin embargo, ha adoptado una postura más posibilista, estando dispuesto a hablar para compartir el poder con las autoridades como un paso adelante en la democratización del régimen desde dentro.
Dicho esto, el Comité de Coordinación no es tan influyente a nivel de las bases como lo es la Hermandad Musulmana, que forma parte del CNS. Quiero esto decir que, si se alcanzara un acuerdo, que fuera respaldado por Rusia, es probable que no apaciguara las calles sirias, que están exigiendo un cambio radical de régimen.
La última semana, el CNS firmó un acercamiento con el Comité de Coordinación, pero fracasó rápidamente. Fue hecho trizas por miembros del CNS. Estos afirmaron que su presidente, Bourhan Ghalioun, había firmado el acuerdo sin consultar con el consejo ejecutivo del CNS. Veinticuatro horas después de su firma, el acercamiento se rompió, dejando de nuevo dividida a la oposición siria.
No está claro que todas estas soluciones vean alguna vez la luz, dado el gran malestar y desconfianza que existen en las calles sirias, la radicalización de las autoridades y el rechazo categórico del CNS a apoyar un pacto de esas características.
Su éxito depende, en buena parte, de cuatro cosas: el fin de las matanzas y de las operaciones militares, la presión seria de los rusos, la disposición del estado sirio a permitir el cambio antes de que sea demasiado tarde, y el informe de los observadores de la Liga Árabe, que debe presentarse este fin de semana.
Si el informe es "suave" sobre las responsabilidades de las autoridades sirias —o las divide en una proporción de 60 a 40 por ciento entre estas y los "grupos armados" de la oposición siria—, esto podría facilitar un acuerdo con alguien como Manaa, más próximo a la realidad. Este tendría que ser un verdadero primer ministro, con poderes reales, autoridad y aceptación.
El nuevo gobierno necesitaría, también, que figuras de la oposición prestaran al mismo sus nombres y reputación, no unos opositores light, condescendientes con el régimen y que no sean tomados en serio por nadie, ni por la calle siria, ni por Rusia, ni por Occidente.
Y el nuevo régimen sirio tendría que ser democrático, en el que imperen la justicia, el constitucionalismo y la rendición de cuentas, algo que Siria no ha conocido en los últimos 50 años.
Un informe enérgico de la Liga Árabe, que responsabilice al gobierno sirio en su totalidad por lo que está sucediendo en Siria, imposibilitaría que cualquier persona que se tome a sí misma en serio aceptara ser primer ministro para convertirse en otro Adel Safar.
Rusia presionó para que los observadores de la Liga Árabe dieran al traste con una propuesta alemana para que observadores internacionales visitaran Siria, con la esperanza de que la Liga "arabizaría" el caso sirio y ayudara a recomponer la dañada imagen del régimen sirio, tras diez meses de violencia, como un paso adelante para lanzar el "paquete democrático" ruso.
Sami Moubayed es profesor universitario, historiador y editor de Forward Magazine en Siria.
Traducción: Javier Villate
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