Arabia Saudí tiembla

Joshua Jacobs

Publicado originalmente en: The quiet war in Saudi Arabia, openDemocracy, 15/01/2012



Aunque las potencias occidentales han utilizado alegremente a Arabia Saudí como aliado para incrementar la presión sobre el régimen sirio, no han captado el tufo de la silenciosa represión que está teniendo lugar en el interior del reino saudí. Desde finales de noviembre, el movimiento de protesta, que fue sofocado en buena parte la pasada primavera, ha vuelto a las calles con fuerza, sobre todo en la Provincia Oriental, de mayoría chií y muy rica en petróleo.

La respuesta saudí ha sido brutal y predecible. Las fuerzas de seguridad mataron a tres manifestantes e hirieron a muchos más en la ciudad oriental de Katif. Los enfrentamientos continuaron a lo largo de diciembre, cuando los manifestantes se enfrentaron a las fuerzas de seguridad, que utilizaron munición real. En una serie de incursiones de represalia en los distritos de los manifestantes, en las que se produjeron registros de viviendas, cientos de personas fueron detenidas y varias resultaron heridas. Las muertes y la persistente discriminación y maltrato de los chiíes de la Provincia Oriental han constituido la base del actual movimiento de protesta, que ha sido severamente reprimido al igual que sus vecinos bahreiníes, pero que apenas ha llegado a los titulares de los medios de comunicación.

Hoy, mientras la atención se centraba en el Estrecho de Ormuz, en Siria y en el aumento de las tensiones en Bahréin, las fuerzas de seguridad saudíes han lanzado una operación represiva en la ciudad de Awamiyah, matando a una persona e hiriendo a media docena. Testigos oculares han declarado que los soldados abrieron fuego desde sus camiones contra los manifestantes, golpeando a los que huían. Esta actuación tiene todas las características de una operación planeada, que ha incluido el corte de la luz en el área antes de la violenta represión militar. En el momento de escribir este artículo, el área en cuestión sigue bajo el control militar y un estado de sitio, mientras se suceden los enfrentamientos y los disparos.

Esta operación represiva ha sido, casi con toda seguridad, aprobada por la familia real, mientras se han producido una serie de acusaciones contra los manifestantes. A pesar de todo, los ecos y los temblores de la protesta y la represión no muestran signos de abatimiento. De hecho, en los últimos meses han surgido amenazadoramente en el suroeste, en Najran y Jazan, uniendo sus protestas a las organizadas por los derechos de las mujeres en Riad y Buraydah.

Estas protestas tienen todas las características de un movimiento que podría unirse y resurgir de las cenizas de las protestas desorganizadas y reprimidas de la pasada primavera. Además, llegan en un momento extremadamente problemático para la monarquía. La muerte del príncipe heredero Sultan ha puesto de relieve el carácter geriátrico de las altas esferas de la familia gobernante, así como la incertidumbre y la inquietud que rodean al tema de la sucesión. Mientras tanto, continúan las tensiones en el Estrecho de Ormuz y crece el malestar en las calles de Bahréin, lo que podría reforzar las protestas en el propio reino. La posición extremadamente agresiva de Riad sobre Bahréin y el mantenimiento de las tropas en la pequeña isla vecina guardan una relación directa con sus temores por la inestabilidad interna. La posibilidad de que los chiíes saudíes se manifiesten en apoyo de sus correligionarios de Bahréin, o viceversa, es una perspectiva amenazante que los saudíes están intentando neutralizar a toda costa.

Aunque las protestas se han centrado actualmente en la Provincia Oriental, esta es el hogar de la mayoría de las reservas energéticas saudíes, terminales e instalaciones de procesamiento. Los disturbios en esta provincia tienen una repercusión desproporcionada en todo el país. Un levantamiento visible y prolongado no solo debilitaría al gobierno saudí internamente, sino que podría tener un efecto perturbador en el mercado energético global. Esta es una razón más para que los medios de comunicación y los gobiernos occidentales comiencen a tomar parte activa en el conflicto.

Los gobernantes saudíes comprenden bien la amenaza planteada por los manifestantes y el riesgo de un movimiento expansivo: sus acciones son un testimonio de ello. ¿Por qué son los medios de comunicación occidentales incapaces, aparentemente, de reconocerlo igualmente? Los medios de comunicación árabes han guardado un notorio silencio. Tanto la saudí AL ARABIYA como la catarí AL YAZIRA apenas han dicho algo. Sin embargo, hay una pequeña excusa para los medios occidentales. Arabia Saudí es, probablemente, el aliado árabe más importante de EEUU, el más importante productor de energía del mundo y uno de los países más influyentes en la región. Además, está experimentando su peor crisis interna desde las rebeliones de los primeros años 80. Tomado esto aisladamente es algo realmente noticioso. Pero cuando se sitúa en el contexto del drama que se está desplegando en el Golfo y en los contornos más amplios de la primavera árabe, es algo increíble.

El año pasado fue malo para Arabia Saudí: los años venideros parece que van a ser aún peores. Ha llegado el momento de rasgar el velo de silencio que Arabia Saudí ha mantenido sobre la represión de las protestas y reconocer que la primavera árabe ha llegado al reino saudí, al menos de forma limitada. Es difícil decir cuál va a ser el curso de los acontecimientos en las próximas semanas, pero dada la rapidez con que se han sucedido los cambios provocados por la primavera árabe, sería prudente prestar atención a las señales de advertencia que vayan apareciendo. Es muy posible que veamos una primavera muy caliente en Arabia Saudí.


Joshua Jacobs es analista político y columnista del Institute for Gulf Affairs, experto en el Golfo Pérsico.

Traducción: Javier Villate

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