Licencia de paternidad/maternidad

Andrew Cohen

Publicado originalmente en: Licensing Parents, Bleeding Heart Libertarians, 27/12/2011

Estoy convencido de que este artículo suscitará grandes rechazos y algún que otro desconcierto. De hecho, en el foro original se ha producido un gran debate con posturas encontradas. El artículo me gusta por su osadía y porque hace pensar. Este tipo de ideas (de las que, personalmente, me encuentro muy cercano) solo son posibles,por desgracia, en países como Estados Unidos, con una gran tradición liberal (o libertaria, como prefieren llamarla ellos). Desde luego, estoy seguro de que en el Estado español, debido a su gran tradición estatista, esto suena a chino. Espero que haya mentes abiertas capaces de recibir sin aspavientos estas ideas y debatirlas. Por mi parte, es la primera vez que he leído la propuesta que se hace en este artículo, la creación de una licencia de paternidad exigida por el estado para poder ejercer la paternidad. Por tanto, no sé aún qué pensar, pero agradezco al autor que me desestabilice razonablemente mis creencias.



Como libertario, generalmente me opongo a las licencias por ser una interferencia del estado. En la mayoría de los casos de las licencias profesionales, no veo qué beneficio puede justificar la interferencia del estado. No estoy diciendo que no deben existir tales licencias (las licencias de pilotos de avión, por ejemplo).

Dos precisiones:

1. Por "licencia" entiendo una regulación legal que obliga a poseer una licencia otorgada por el estado para practicar una actividad. Actualmente tenemos regulaciones de este tipo para conducir, pero también para practicar la medicina y el derecho, y aún más sorprendente, para ser peluquero/a, diseñador/a de interiores, etc. Yo suprimiría muchas de estas licencias. Suprimiría todas las que no sean necesarias para prevenir un daño a terceros que no han dado su consentimiento.

2. Por el contrario, no me opongo a los "programas de certificación" que han imitado en buena parte a las licencias, pero que son operados por agencias privadas y, por tanto, no son legalmente obligatorios. Estos no impedirían a nadie practicar una profesión o actividad comercial.

Hasta el momento, no creo que haya dicho nada controvertido para un libertario.

En los últimos años, con una visión más clara de lo que es una mala paternidad, he llegado a pensar que una licencia de paternidad sería algo valioso, incluso en un estado libertario. Aquí viene, pues, la parte controvertida:

3. El estado debería exigir que los padres fueran licenciados (autorizados). Es decir, no existe el derecho moral a criar a un hijo, y haríamos bien en pensar en ello como un privilegio que el estado concede y puede negar a ciertas personas. Si no te gusta esta forma de decirlo, podemos emplear una afirmación más suave: cualquier derecho moral a criar a un hijo podría ser anulado cuando sea muy probable que el potencial padre/madre cause al niño un daño considerable y evitable, o, por supuesto, si el padre/madre causa al niño dicho daño. Se debería negar una licencia de paternidad a aquellos que es probable que causen daño al niño en el ejercicio de su paternidad. Se debería revocar una licencia de paternidad a quienes han causado daño al niño. (En nuestra sociedad, esto último se denomina "terminación de derechos parentales", porque se presupone que existen tales derechos. Merece la pena señalar que no he visto una buena defensa de la idea de que los padres biológicos naturales tienen tales derechos de criar al hijo que han engendrado.)

Lo argumentaré más adelante.

Quisiera empezar refiriéndome al excelente trabajo de Hugh LaFollette sobre el tema (véase su "Licensing Parents" en Philosophy and Public Affairs, Vol. 9, No. 2, 1980: 182,197 y, más recientemente, su "Licensing Parents Revisited", en Journal of Applied Philosophy, Vol. 27 No. 4, 2010: 327-343). Según LaFollette —y de acuerdo con muchas leyes de EEUU y, según creo, el sentido común— licenciamos a personas en una profesión determinada cuando quienes practican esta profesión están en posición de causar un daño importante a quienes se supone que deben servir y, además, existe una competencia demostrable para trabajar responsablemente en la profesión. Puesto que los médicos, los abogados y otros profesionales están en posición de causar daño a quienes pretenden servir y existe una competencia demostrable en sus ámbitos profesionales, deberían ser licenciados.

Para los enamorados del status quo, la pregunta es: ¿estás sugiriendo en serio que no examinemos ni licenciemos a los médicos, pero que examinemos y licenciemos a los padres? (Uno puede imaginar el enfado que acompaña a la pregunta.) La respuesta es, simplemente, sí.

Supongo que la mayoría de los libertarios estarán conmigo al pensar que los programas de certificación para médicos y otros profesionales son suficientes. El razonamiento es sencillo: lo que nos interesa en estas profesiones es la calidad del servicio. El estado que licencia a alguien para realizar un servicio en realidad no garantiza la calidad del servicio; si lo hace, garantiza solo una calidad mínima (en realidad, ese es su objetivo). Aquellos de nosotros con recursos suficientes no vamos, simplemente, a un médico que tiene una licencia; lo que hacemos, más bien, es verificar sus credenciales (incluyendo en qué universidades estudió, dónde ha ejercido, en qué hospitales ha servido, etc.). No nos conformamos con una licencia, queremos más pruebas de su capacidad y los programas de certificación pueden ofrecer precisamente eso. Los institutos de certificación pueden ofrecer sus propios certificados (es lo que hacen, básicamente, las facultades de medicina), y pueden ofrecer certificados de varios niveles. Sospecho que pueden hacerlo más eficientemente que el gobierno, pero eso no viene al caso ahora, pues no estoy pensando en la eficiencia como una razón para la acción del gobierno.

Es importante destacar que, a diferencia de las licencias, los programas de certificación no limitan la libertad de nadie para ejercer la medicina (en el sentido de que nadie va a impedir a nadie que la practique sin un certificado). Por otra parte, cuando exigimos una licencia, el estado puede interferir, e interfiere, con aquellos que "practican la medicina sin una licencia" y aquellos que compran sus servicios (aunque ya hayan ayudado satisfactoriamente a otras personas). Las licencias sirven para limitar el número de proveedores de servicios, de forma que los precios de esos servicios se inflan. Por supuesto, se dice que, de esta forma, se garantiza que aquellos que no pueden juzgar correctamente por sí mismos no son engañados y reciban un servicio mediocre. Pero no hay ninguna razón por la que los programas de certificación no puedan hacer eso precisamente, tal y como lo hacen Consumer Reports y Underwriters Laboratory (directa e indirectamente).

Debe señalarse que, en algunos ámbitos, los argumentos anteriores son claros para la mayoría. Pocos creen, después de todo, que necesitemos licencias para proteger a la gente de malos peluqueros o malas diseñadoras de interiores. Sin embargo, en algunos lugares, estas profesiones requieren licencias, una exigencia impuesta por el gobierno para entrar en la profesión. ("Tienes que venir a nuestra oficina, pagar una tasa y superar un examen; solo entonces podrás vender tus servicios".) En mi opinión, cuando se trata de médicos y abogados, las licencias son igualmente injustas. Son una barrera de entrada, tal vez mayor, pues primero se debe terminar una costosa carrera de tres o cuatro años antes de poder solicitar la licencia. La concesión de una licencia, en fin, es la capacidad que el gobierno otorga a los profesionales para poder cobrar a sus clientes precios más altos.

¿Debería alguien poder practicar la medicina sin haber ido a la universidad? Ciertamente, no se les debería permitir practicar la medicina con alguien que, debidamente informado, no consiente racionalmente en ser atendido. (Así que tal vez no podría trabajar en los servicios de urgencias.) Pero si Juan SinEstudios consigue una reputación como excelente curandero después de estudiar biología y farmacología por su cuenta, no creo que el estado deba prohibir a la gente que use sus servicios. Quizás todos los médicos deberían tener un gran diploma en su oficina que indique cuáles son sus credenciales, y todos los pacientes deberían haber leído una breve biografía del médico y firmar una declaración que certifique que han entendido las credenciales del médico para practicar X, Y y Z. Pero si esas credenciales se limitan a decir "estudió farmacología leyendo las páginas de Farmacia.com durante cien horas en febrero de 2010", y un paciente está conforme con eso, me inclino a pensar que no hay razón para que el estado interfiera. Para que quede claro, yo no iría a la consulta de Juan SinEstudios —y podría intentar disuadir a otros de que fueran—, pero no veo ninguna razón para que adultos racionalmente autónomos y debidamente informados no deban tener la libertad de utilizar los servicios de Juan si lo desean. (Comprendo que hay muchos casos en los que una persona que acude a un médico no es autónoma racionalmente, pero no creo que sea algo habitual y, aunque lo sea, creo que deberíamos buscar un mundo en el que no lo sea, en el que el único caso de ese tipo sea el servicio de urgencias.)

¿Qué pasa, entonces, con la paternidad? ¿Por qué exigir una licencia? La primera cuestión de importancia aquí es que los hijos que van a ser los receptores de la atención (o "servicios", aunque la palabra "clientes" es claramente inadecuada) no son racionalmente autónomos y no son adultos debidamente formados y capaces de tomar sus propias decisiones. Por el contrario, son personas vulnerables que esperamos que se conviertan en personas plenamente formadas. Hasta que lo sean, son claramente vulnerables frente a quienes entran en contacto con ellos regularmente: los padres. La duración de ese contacto con los padres es un factor. La intensidad del contacto, también lo es. Nadie está tan a menudo en una posición capaz de causar daño a un niño como un padre o madre. Y el daño que puede causar es muy grande. Conocemos un caso de un padre que violó a un bebé de dos semanas, una madre que arrojó agua hirviendo a su hija, otro padre que ahogó a sus hijos, y la lista sigue. Estos son los tipos de daños que una licencia podría evitar. Tal como lo es ahora, estos son los tipos de daños en los que el estado interviene... después de que el daño esté hecho.

Debo ser claro. No estoy proponiendo una licencia que autorice el embarazo. No estoy seguro de que me oponga a esto, pero una licencia de paternidad no es una licencia de embarazo. Con un programa de licencias de paternidad, si estás embarazada, tendrías que obtener una licencia para criar al niño o entregarlo en adopción. No violas ninguna ley si estás embarazada. No violas ninguna ley, al menos, hasta que el niño nace, y entonces, solo si decides criarlo sin obtener previamente una licencia. Tal vez pudieras presentarte varias veces a los exámenes de licenciamiento si no lo consigues a la primera. Tal vez lo hagas después de haber ido a una escuela de padres.

Pero, ¿es eso factible?, se preguntará. Creo que sí. Para ver esto, es preciso saber de qué tipo de prueba de licenciamiento estamos hablando. Me inclino a pensar que hay dos pruebas. La primera, una prueba de medios económicos: quien no tiene recursos económicos no debe poder criar a un hijo. Ahora bien, si recibimos ayudas de organizaciones humanitarias o de programas de bienestar del estado, eso puede ofrecer los medios económicos requeridos. Si Susie está embarazada y sin blanca, pero una organización de ayuda humanitaria se compromete a proporcionarle vivienda, alimentos, etc., hasta que el hijo tenga 18 años (o Susie consiga salir adelante), superará la prueba (si el estado proporciona los medios económicos necesarios a quienes los necesitan, no hay razón para pasar este tipo de prueba, lógicamente). La segunda, y más importante, prueba sería un examen psicológico que indique si la persona (a) comprende lo que es la paternidad/maternidad y (b) puede controlar el estrés que conlleva la crianza de un hijo. Por lo que se refiere a (a), la cuestión es asegurarse de que la persona no crea que es correcto dejar al niño solo en el armario, dejarle morir de hambre o tener relaciones sexuales con él, etc. No es, pues, una cuestión de criar a todos los niños de la misma forma. Alguien podría sugerir que (b) es imposible de verificar, pero no veo razón alguna para creer eso. Cuando el ejército acepta soldados para las unidades de fuerzas especiales, pasan unas pruebas. Los soldados enviados a Pakistán a capturar o matar a Osama Ben Laden habían pasado pruebas (formales o no) que garantizaban que no se hundirían bajo la presión. Seguramente, podemos hacer lo mismo con los aspirantes a padres. De hecho, las personas que adoptan niños o proporcionan hogar de acogida deben realizar cursos de entrenamiento y pueden ver que se les niega la adopción o acogida si se concluye que son inestables.

Hay una cuestión obvia. Supongamos que tengo razón sobre la práctica de la medicina y la abogacía, por un lado, y la paternidad, por otro. ¿Qué pasa con la conducción de automóviles? No tengo una opinión definitiva sobre esto. Por un lado, los conductores pueden causar daño a otros que de ninguna forma han dado su consentimiento a esa actividad (en un caso extremo, estos están en su casa y el conductor estrella su coche contra su pared). Por otro lado, cuando utilizas las carreteras, reconoces —o deberías reconocer— los riesgos. Más importante aún, no sé si los programas de certificación pueden funcionar para los conductores, aunque no veo realmente por qué no. (Imaginemos que la compañía de certificación te da un dispositivo para que lo pongas en tu coche y que ese dispositivo es lo que te da acceso a las carreteras, algo parecido al "Easy Pass" que existe ahora para algunas carreteras.) Sin embargo, si resulta que la única forma factible de impedir que los conductores peligrosos conduzcan es un programa de licencias, lo aceptaría. La cuestión aquí es que estoy convencido de que la única forma para impedir una paternidad peligrosa es mediante un programa de licencias. ¿Evitaría todas las malas paternidades? No, pero reduciría en gran medida la paternidad dañina. Eso es lo que creo.

Nota: Debo las ideas sobre la duración y la intensidad de las relaciones a Shanna Slank. Shanna y Jon Ravenelle leyeron un borrador de este artículo y me dieron útiles sugerencias para mejorarlo.



Andrew Cohen es profesor adjunto del Departamento de Filosofía de la Universidad del Estado de Georgia y miembro del Jean Beer Blumenfeld Center for Ethics.

Traducción: Javier Villate

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