Sobre la propuesta de un estado palestino
Michael Neumann
Publicado originalmente en: After Palestine’s Statehood Bid, Counterpunch, 7/11/2011
Es sabido que un tema cada vez más debatido entre los activistas palestinos es el de la solución de dos estados (Israel y Palestina) vs. la solución de un único estado. La primera es la defendida tradicionalmente por la resistencia palestina (aunque no desde un primer momento) y la comunidad internacional. La segunda se ha ido abriendo paso, desde que la defendieran en solitario intelectuales como Edward Said y activistas como Mustafá Barguti, líder de Iniciativa Nacional Palestina. Consiste en la creación de un único estado de carácter binacional, donde todos los ciudadanos, sean judíos o árabes, tengan los mismos derechos. En esta entrada, Michael Neumann defiende de forma vehemente la solución de "dos estados". Próximamente, publicaremos un artículo del conocido periodista Jonathan Cook, en el que responde a Neumann, defendiendo la solución de "un estado".
Colonos judíos armados, protegidos por el ejército de Israel, en tierra palestina ocupada.
Es curioso que el conflicto israelo-palestino siempre invite a hablar sobre las soluciones más que sobre las resoluciones, como si un rompecabezas moral se cerniera sobre el futuro de los palestinos e Israel.
Tal vez esto se deba a que no ha surgido ningún estado en medio de tales paroxismos de moralidad.
Los tiempos cambian y la moralización sobre Israel se ha quedado obsoleta. Las agonías del genocidio y la desposesión que iniciaron el conflicto han empezado a perder su influencia sobre el curso de los acontecimientos. Incluso los debates posteriores a 1967 sobre la ocupación se han calmado, nos guste admitirlo o no. La injusticia de la ocupación, la crueldad agresiva de los asentamientos, la falta de interés de Israel en la paz, todo esto es dado por sentado en los principales medios de comunicación. La aparición de Abas en la ONU simplemente ha puesto de relieve que Israel se está quedando sin amigos, por no hablar de su credibilidad.
En cuanto al gobierno de EEUU, hay otros hechos que deben ser considerados: que el poder ejecutivo ha estado en contra de la ocupación y de los asentamientos desde el principio, y que el Congreso norteamericano, la misma patria de la histeria sionista, está haciendo el ridículo, a pesar de todo el daño que está causando. Es posible que esta histeria disminuya algo mientras la primavera árabe y el afianzamiento de los musulmanes y gentes procedentes de Oriente Medio en la sociedad norteamericana altera los estereotipos negativos de los "árabes". Por lo que afecta a Canadá, cuanto más imita al Congreso de EEUU por lo que se refiere a Israel, más ridícula aparecerá en la escena internacional.
Algo más ha cambiado hace algunos años. Israel puede querer el apoyo de EEUU, pero, en tanto en cuanto es una de las potencias militares más fuertes del mundo, ya no lo necesita. Tiene un gran y sofisticado arsenal de armas nucleares y sistemas de lanzamiento. Con suerte, podría destruir EEUU, no importa lo diminutos que sean los territorios ocupados. Ha demostrado ser cruel y sus estrategas contemplan, aparentemente, la represalia nuclear ante la derrota de sus fuerzas convencionalmente equipadas. Está histéricamente dispuesto a defenderse de las "amenazas a su existencia", es decir, los intentos de negarle todo aquello que desea. Su industria armamentística es tan avanzada que muchos proyectos de vanguardia de EEUU (aviones teledirigidos, sistemas de misiles y anti-misiles, software de vigilancia) son desarrollados conjuntamente con Israel [1]. Enfrentado a sanciones económicas, podría montar fácilmente un negocio de venta de tierras que vendiera armas a todos los interesados. El mundo occidental puede soñar y los pro-palestinos pueden fantasear sobre la imposición de una solución a Israel, pero eso no sucederá.
La política interna de Israel no es más prometedora que las circunstancias externas. Israel se ha ido desplazando cada vez más hacia la derecha con el curso de los años. La oposición es evanescente, salvo cuando pide mejores condiciones de vida para los judíos israelíes. Su población árabe, a pesar de la discriminación que sufre, no está en absoluto dispuesta a desafiar el orden existente, o es incapaz de hacerlo. Todos los desesperados intentos, con importantes concesiones, llevados a cabo por los palestinos para cambiar estas relaciones de poder han fracasado, hasta el punto de que incluso Hamas hace grandes esfuerzos para contener a quienes quieren enfrentarse a Israel con la fuerza. En pocas palabras, Israel tiene todo el poder; los palestinos no tienen ninguno.
La falta de "mano dura" con Israel es solo, en un sentido muy amplio, una cuestión de voluntad política: el deseo de imponer la paz está allí, pero también el peligro de que Israel responda de forma catastrófica para la región y más allá. Es este peligro no mentado el que disuade de cualquier acción a las "grandes potencias" tradicionales. En última instancia, no tiene ningún sentido hablar de "soluciones", como si el mundo real se retorciera milagrosamente para resolver un rompecabezas moral. No existe ningún rompecabezas. La moral es clara. Y si alguien quiere ayudar a los palestinos, haría bien en admitir que Israel solo cederá cuando las relaciones de poder cambien. De una forma u otra, las potencias regionales supondrán una amenaza real o percibida para Israel o nada cambiará. Esto no significa que la moralidad haya sido superada; evidentemente, lo bueno y lo malo siguen siendo lo que eran. Pero las exhortaciones sin sentido, interminables y obsesivas que pasan por ser morales ya no tienen ningún efecto sobre los acontecimientos, o ningún potencial para realizar objetivos auténticamente morales.
Sin embargo, los amigos tradicionales de los palestinos no están dispuestos a afrontar estos duros hechos. Encontrándose impotentes, buscan refugio en el confortable mundo de los ideales. Aquí también han cambiado las cosas. La comprensión de que las negociaciones no llevarán a ningún puerto ha hecho que algunos comentaristas y activistas postulen un milagroso rodeo para burlar el poder y la intransigencia de Israel. Rechazan la "solución de dos estados", una mera resolución que daría a los palestinos menos de lo que merecen, pero un lugar, al menos, para vivir. La denominada "solución de un estado", que una vez fue un punto de vista marginal, está volviéndose hegemónica. Va en contra de la apuesta por un estado palestino, que, según dicen, concedería demasiado a Israel. Entre sus partidarios hay varios académicos palestinos exiliados y un gran abanico de personas de bien, todos los cuales han conseguido una gran audiencia en un clima de opinión cambiante.
Por esa misma razón, es hora de dejar de ser cortés con esta posición, pues puede ser perjudicial para el futuro de Palestina. El desacuerdo respetuoso no parece ser suficiente para remover las ilusiones de estas personas.
Resulta difícil comprender qué visión concreta de la irrealidad está detrás de esta "propuesta" o de su fiel compañera, la idea de que los líderes de la OLP, desde Arafat a Abas, debían ser "más duros". Más duros, es decir, como los profesores universitarios y otros guerreros de palabra que permanecen detrás de sus remotas y cómodas barricadas. Hay muchas formas —nueve al menos— en que la "dura" solución de un estado es flagrantemente insensata. Las presentaré como una guía de las ilusiones que oscurecen la resolución del conflicto israelo-palestino.
La primera es la confusión de los deseos con las plataformas políticas. Deseo que todo el mundo viva en armonía. Esto es un deseo. No es una demanda política, porque no va a suceder (véase más adelante). Desear intensamente más que lo que los palestinos pueden conseguir no es ser más radical que demandar solo un poco más que lo que pueden conseguir. Así mismo, no sería "más duro" o más radical estar en favor de una revolución mundial en medio de los levantamientos árabes. Eso no sería una postura radical; ni siquiera sería una postura política. Sería, simplemente, un deseo desacertado de una demanda política, un repliegue en el infantilismo.
En segundo lugar, es extraño suponer que, puesto que alguien no va a conceder la mitad de algo, probablemente lo concederá todo. Al menos, algunos israelíes apoyan la solución de dos estados; otros la rechazan. Pero nadie dice: "llevamos en el corazón el Gran Israel, no renunciaremos a una pulgada del mismo, pero lo cederemos todo si podemos abandonar el ideal del estado judío. Vemos el futuro con la perspectiva de ser devorados por el crecimiento demográfico árabe y convertirnos en una minoría en el país que hemos construido". No hay nada que compartir. En un único estado, un lado o el otro prevalecerá. En un estado democrático, los "árabes" prevalecerían y serían soberanos sobre los judíos israelíes. Hay que estar realmente ciego para suponer que los sionistas, que no compartieron el país en 1948, lo van a hacer hoy, cuando son mucho más fuertes y no menos fanáticos que lo que fueron entonces.
En tercer lugar, las demandas infantilmente exageradas no son una astuta táctica negociadora. Si gano 50.000 dólares, podría pedir 70.000, pero no 70 millones. No es inteligente pedir todo Israel cuando Israel no va a ceder ni siquiera la mitad, eso que casi todo el mundo dice que debe entregar, los territorios ocupados.
En cuarto lugar, la solución de dos estados no es una mala solución por el hecho de que no dé a los palestinos una auténtica soberanía, o porque dará lugar a unos bantustanes, una Palestina troceada en islas miserables por hileras de asentamientos. Eso no es una crítica, es un juego de palabras. La solución de dos estados consiste en dos estados soberanos, en caso contrario sería la solución de un-estado-que-no-es-un-estado. Ningún defensor de la solución de dos estados ha mostrado ninguna disposición a aceptar bantustanes. Los "colaboracionistas" de la OLP y la Autoridad Palestina han rechazado consistentemente esas propuestas [2]. Los intentos de presentar la solución de dos estados como una "solución" de bantustanes es un ejemplo especialmente indecoroso de mala fe.
En quinto lugar, una buena prueba para la solución de un estado no es Sudáfrica. En Sudáfrica, los negros y no-blancos superaban abrumadoramente en número a los blancos, la tierra y los recursos eran abundantes, y el gobierno era incapaz de controlar la violencia urbana y la emergencia de una amenaza, con apoyo cubano, en sus fronteras. Aún más importante, el régimen boer era una mera excrecencia colonial de las sumamente poderosas naciones blancas de Europa y América del Norte. Sudáfrica no fue el único territorio soberano de una raza decidida a defenderlo como su nación, única y exclusiva, contra todos aquellos que lo amenazaban. Un ejemplo más adecuado es el Líbano. En el Líbano, aunque no contemos a aquellos masacrados con la colaboración israelí en Sabra y Chatila, o a aquellos matados por las bombas israelíes, han muerto muchos más palestinos que en los territorios ocupados por Israel. Esto debería ser un antídoto para la nociva teoría según la cual, si dos pueblos están encerrados en un conflicto mortífero, es una gran idea meterlos en un único estado.
En sexto lugar, el derecho al retorno no es, como afirman los partidarios de un único estado, excluido en la solución de dos estados: tiene que ver con Israel en sus fronteras anteriores a 1967. El hecho de que exista un estado palestino en los territorios ocupados no implica, en ningún caso, que los palestinos desposeídos —los palestinos individuales— pierdan sus derechos. Pensar lo contrario es caer en la trampa israelí que consiste en referirse a los palestinos, siempre que resulte conveniente, como una entidad colectiva. Los palestinos, como colectivo, pueden tener un estado, algún tipo de representación política. Pero adquirir una representación política colectiva en un estado no tiene nada que ver con defender los derechos individuales de propiedad en otro estado.
En séptimo lugar, existe una confusión sobre la relación de los derechos con las "soluciones" políticas. Ni los palestinos como pueblo ni nadie tiene un derecho legal a Palestina, porque el derecho internacional —careciendo de un órgano soberano para imponerlo— no es más que una bonita ficción. En mi opinión, "los palestinos", como pueblo, tienen un derecho moral a toda Palestina y a expulsar a todos los judíos que están allí por mor del proyecto sionista. Ningún acuerdo que simplemente declare un estado en los territorios ocupados puede cambiar este derecho moral, porque tener ese estado no equivale a una compensación por las pérdidas que han sufrido los palestinos. Quizá algunos miles de millones de dólares resolvieran esa cuestión, pero no la mera creación de un estado. Por lo tanto, la solución de dos estados no puede ser vista como un sustituto de la moralidad o la justicia. Resuelve un conflicto. No resuelve un problema moral.
En octavo lugar, una solución de dos estados no significa que se abandonen todos los derechos palestinos, pues aunque se constituya un estado palestino, aquellos que lo formen no pueden atribuirse la representación de los palestinos. La razón es sencilla: solo tienes un gobierno representativo después de tener un estado, no antes. Por consiguiente, siempre habrá razones para repudiar cualquier arreglo que los fundadores del estado hayan firmado. Inevitablemente, habrá intentos para refutar este razonamiento, pero no importa. O bien los palestinos consiguen, en la práctica, el poder real para determinar sus propios compromisos, o no lo consiguen. Lo que la gente diga sobre esos compromisos no inclinará la balanza de un lado u otro.
En noveno lugar, la solución de dos estados perpetúa, en efecto, el estado sionista, en el sentido de que no logra destruir Israel. Mi hipoteca y mi alquiler de coche también tienen este fallo. Solo los tontos pueden suponer que la solución de dos estados es "sionista". Podríamos decir, también, que los refugiados palestinos de 1948, que abandonaron Israel a los sionistas, estaban perpetuando el sionismo, estaban colaborando con él. Sí, no tuvieron elección. Tampoco la tienen hoy los palestinos, cuando Israel es inmensamente más fuerte que en 1948. Esa es la razón por la que la solución de dos estados no implementa el derecho al retorno, impone los derechos de los palestinos israelíes, acaba con la pobreza en el mundo y muchas otras cosas. Suponer otra cosa es confundir el radicalismo, no con buenos deseos, sino con una torpeza estudiada, disfrazada de crítica mordaz y pericia táctica.
¿Cómo pueden amontonarse en una "solución" tantos errores conceptuales y ofuscaciones? Los culpables parecen ser dos grandes falsas ilusiones.
La primera, frecuentemente repetida, es que la solución de dos estados es ahora impracticable porque los colonos están "profundamente arraigados". Supongamos que esto no es una maniobra de mala fe para permitir que los colonos se aferren a su ilegal existencia colonial. ¿Qué explica, entonces, tamaña ceguera? En 1948, más de 700.000 palestinos abandonaron las casas que sus familias habían ocupado, en algunos casos durante siglos. ¿Por qué es imposible que hoy 500.000 colonos judíos se muevan en la dirección contraria? En medio de tanta estupidez, nada es más estúpido que afirmar que solo la solución de un estado es posible debido a que los asentamientos están "profundamente arraigados". Quizás lo estén, pero no tienen que irse a ninguna parte. Son los colonos, no los asentamientos, los que tienen que irse. Pensemos en el largo viaje que tendrían que hacer, oh, hasta Israel: entre 15 minutos y un par de horas. ¿Les afectará mentalmente tener que irse? Lo mismo se dijo de los colonos de Gaza, pero parece que se han recuperado perfectamente. ¿Es inquebrantable el compromiso de Israel con los asentamientos? Si es así, ¿por qué fueron expulsados los colonos de Gaza y abandonados sus asentamientos?
En Argelia, los colonos franceses se habían establecido el doble de tiempo que sus colegas de los territorios ocupados. Su gobierno les apoyaba firmemente. Como dijo un historiador, "[el primer ministro] Mendès France estaba decidido a 'mantener la unidad y la indivisibilidad de la República, de la cual formaba parte Argelia', y en enero de 1955 nombró al exlíder de la Resistencia, Jacques Soustelle, gobernador general de Argelia. Propugnando una política de 'integración', Soustelle argumentó que 'es precisamente porque hemos perdido Indochina, Túnez y Marruecos que no debemos perder Argelia a ningún precio, de ninguna forma y bajo ningún pretexto'" [3]. Por lo que se refiere a los colonos, he añadido un apéndice, por si alguien está interesado, con algunos testimonios estremecedores sobre lo profundamente arraigados que estaban. Los colonizadores y los colonos siempre juran que la tierra colonizada es "parte de ellos", que nunca se irán, que preferirían dar sus vidas. Al igual que los colonos de Gaza, se fueron o se sometieron al nuevo régimen. Lo mismo ha sucedido en toda la África británica, con los boers en Sudáfrica y los holandeses en Indonesia. La única diferencia es que estos colonos no podían esperar ser premiados con el dinero y la simpatía que los colonos israelíes disfrutan.
La segunda falsa ilusión que subyace a la solución de un estado tiene que ver con el fetichismo de la no-violencia. No es valeroso ni intransigente suponer que, de alguna forma, una postura palestina firme puede hacer surgir de la nada todo lo que desee: un estado soberano, plenos derechos de los palestinos en todas partes, judíos y "árabes" viviendo codo con codo en feliz armonía. Todos los hechos de Israel refutan absolutamente este artículo de fe. ¿Qué hay detrás de todo este idealismo? En mi opinión, la solución de un estado pertenece a aquellas almas sobreprotegidas que, simplemente, no pueden afrontar la idea de que todo se reduce a fuerza física. De alguna forma, si se pronuncian las palabras correctas, si se toman las decisiones correctas, si florece la piadosa no-violencia, todo saldrá bien, todo puede ser superado. He argumentado en otra parte [4] que no existen bases históricas para este dogma.
Quizás esto esté detrás de toda la charla sobre la "muerte" de la solución de dos estados. Lo que está muerto son las negociaciones para dos estados. Murieron hace tiempo. Pero solo alguien cuyo mundo se compone de declaraciones y "apoyo" verbal vacío y posiciones y autoridad moral puede pensar que una solución puede surgir de las negociaciones. No, una solución emergerá cuando Israel haya tenido bastante y se retire, como hizo en el Líbano, como hizo, aunque no completamente, en Gaza. Las negociaciones no son necesarias. La solución de dos estados surgirá plenamente cuando Israel deje de tener presencia militar en los territorios ocupados, y en esos territorios germine un auténtico estado soberano. Esto puede formalizarse, quizás, por medio de unas negociaciones, después de que se proclame ese estado, pero nunca podrá lograrse por medio de la negociación. Solo puede alcanzarse haciendo que el coste, actual o anticipado, de la ocupación sea, de una forma u otra, demasiado elevado.
Los palestinos nunca podrán prevalecer militarmente sobre Israel, pero han tenido bastante éxito en los crecientes costes que para Israel representa la ocupación. Israel ya considera demasiado costoso mantener fuerzas permanentes en los territorios ocupados. Aunque Israel solo entiende el lenguaje de la fuerza, la fuerza puede hablar sin violencia. Quizás los enemigos de Israel alcancen una mayor unidad y más poder: por ejemplo, Turquía y Egipto podrían cooperar no solo económicamente, sino en la ampliación de sus capacidades militares. O quizás Hezbolá resulte ser una amenaza tan persistente que Israel decida, finalmente, que prefiere la paz. En estas esperanzas se basa la vida de la solución de dos estados; en realidad, de cualquier solución. Los buenos deseos de la solución de un estado no juegan ningún papel en ninguna realidad futura.
En la actualidad, quienes desean ayudar a los palestinos deben dejar de pelear una guerra de propaganda que ya han ganado. Deben darse cuenta de que los principales objetivos de sus exhortaciones, los estados occidentales, nunca se atreverán a presionar seriamente a Israel hasta que la región sufra una transformación. La esperanza descansa en la emergencia de fuertes potencias regionales: en Turquía y en cualquier país en el que triunfe la primavera árabe. El énfasis debe ponerse en conseguir, al menos, un equilibrio de fuerzas. Esto significa centrarse en el poder militar de Israel y, especialmente, en su poder nuclear, y en propagar la idea de que, dado este poder, los países árabes no solo tienen derecho a desarrollar armas nucleares, sino la responsabilidad de hacerlo para proteger a sus pueblos. Después de todo, es Israel el que se jacta de su voluntad de ejercer la opción Sampson, que sumiría a toda la región en un holocausto nuclear. Ese discurso y esas amenazas solo serán contenidos cuando los israelíes aprendan a temer a los países a los que tanto desprecia.
¿Qué podría, entonces, hacer avanzar la causa de la independencia palestina? El mejor curso de acción es argumentar que los países de Oriente Medio no tienen nada que esperar de Israel hasta que representen una pequeña y moderada, pero auténtica, amenaza para su existencia. Estos países deben sentirse libres de sustituir los acuerdos de no proliferación nuclear mientras Israel mantenga su propio arsenal nuclear. Esto no debería ser considerado un paso radical. Solo supondría afirmar las estrategias de disuasión que todos los países nucleares han abrazado sin miramientos. No es un camino de guerra, sino de paz. Solo cuando Israel vea que realmente no puede persistir en desafiar al mundo, terminará la agonía de los palestinos.
He aquí unos pocos de los muchos testimonios sobre la profundidad del "compromiso" de los pieds-noirs con Argelia.
Notas:
1. Entre los muchos artículos sobre la capacidad armamentística de los indígenas de Israel, destaca este porque detalla las ventas de armas de Israel a Estados Unidos. Yitzhak Benhorin, "US to purchase $700m worth of arms from Israel".
2. Los Acuerdos de Oslo de 1993 no fueron una solución, sino una mera "Declaración de Principios sobre los acuerdos de un autogobierno interino". El de los asentamientos fue uno de los temas deliberadamente aparcados.
3. Robert Gildea, France since 1945, Oxford, Oxford University Press, p. 25.
4. Véase "Nonviolence: its Histories and Myths", Counterpunch, 8-10, Febrero 2003.
Michael Neumann es profesor de Filosofía en la Universidad de Trent, en Ontario, Canadá. Su libro What's Left: Radical Politics and the Radical Psyche ha sido publicado por Broadview Press. Contribuyó con el ensayo "What is Anti-Semitism" al libro de Counterpunch The Politics of Anti-Semitism. Su último libro es The Case Against Israel. Su dirección de correo-e es: mneumann@trentu.ca.
Traducción: Javier Villate
Publicado originalmente en: After Palestine’s Statehood Bid, Counterpunch, 7/11/2011
Es sabido que un tema cada vez más debatido entre los activistas palestinos es el de la solución de dos estados (Israel y Palestina) vs. la solución de un único estado. La primera es la defendida tradicionalmente por la resistencia palestina (aunque no desde un primer momento) y la comunidad internacional. La segunda se ha ido abriendo paso, desde que la defendieran en solitario intelectuales como Edward Said y activistas como Mustafá Barguti, líder de Iniciativa Nacional Palestina. Consiste en la creación de un único estado de carácter binacional, donde todos los ciudadanos, sean judíos o árabes, tengan los mismos derechos. En esta entrada, Michael Neumann defiende de forma vehemente la solución de "dos estados". Próximamente, publicaremos un artículo del conocido periodista Jonathan Cook, en el que responde a Neumann, defendiendo la solución de "un estado".
Colonos judíos armados, protegidos por el ejército de Israel, en tierra palestina ocupada.
Es curioso que el conflicto israelo-palestino siempre invite a hablar sobre las soluciones más que sobre las resoluciones, como si un rompecabezas moral se cerniera sobre el futuro de los palestinos e Israel.
Tal vez esto se deba a que no ha surgido ningún estado en medio de tales paroxismos de moralidad.
Los tiempos cambian y la moralización sobre Israel se ha quedado obsoleta. Las agonías del genocidio y la desposesión que iniciaron el conflicto han empezado a perder su influencia sobre el curso de los acontecimientos. Incluso los debates posteriores a 1967 sobre la ocupación se han calmado, nos guste admitirlo o no. La injusticia de la ocupación, la crueldad agresiva de los asentamientos, la falta de interés de Israel en la paz, todo esto es dado por sentado en los principales medios de comunicación. La aparición de Abas en la ONU simplemente ha puesto de relieve que Israel se está quedando sin amigos, por no hablar de su credibilidad.
En cuanto al gobierno de EEUU, hay otros hechos que deben ser considerados: que el poder ejecutivo ha estado en contra de la ocupación y de los asentamientos desde el principio, y que el Congreso norteamericano, la misma patria de la histeria sionista, está haciendo el ridículo, a pesar de todo el daño que está causando. Es posible que esta histeria disminuya algo mientras la primavera árabe y el afianzamiento de los musulmanes y gentes procedentes de Oriente Medio en la sociedad norteamericana altera los estereotipos negativos de los "árabes". Por lo que afecta a Canadá, cuanto más imita al Congreso de EEUU por lo que se refiere a Israel, más ridícula aparecerá en la escena internacional.
Algo más ha cambiado hace algunos años. Israel puede querer el apoyo de EEUU, pero, en tanto en cuanto es una de las potencias militares más fuertes del mundo, ya no lo necesita. Tiene un gran y sofisticado arsenal de armas nucleares y sistemas de lanzamiento. Con suerte, podría destruir EEUU, no importa lo diminutos que sean los territorios ocupados. Ha demostrado ser cruel y sus estrategas contemplan, aparentemente, la represalia nuclear ante la derrota de sus fuerzas convencionalmente equipadas. Está histéricamente dispuesto a defenderse de las "amenazas a su existencia", es decir, los intentos de negarle todo aquello que desea. Su industria armamentística es tan avanzada que muchos proyectos de vanguardia de EEUU (aviones teledirigidos, sistemas de misiles y anti-misiles, software de vigilancia) son desarrollados conjuntamente con Israel [1]. Enfrentado a sanciones económicas, podría montar fácilmente un negocio de venta de tierras que vendiera armas a todos los interesados. El mundo occidental puede soñar y los pro-palestinos pueden fantasear sobre la imposición de una solución a Israel, pero eso no sucederá.
La política interna de Israel no es más prometedora que las circunstancias externas. Israel se ha ido desplazando cada vez más hacia la derecha con el curso de los años. La oposición es evanescente, salvo cuando pide mejores condiciones de vida para los judíos israelíes. Su población árabe, a pesar de la discriminación que sufre, no está en absoluto dispuesta a desafiar el orden existente, o es incapaz de hacerlo. Todos los desesperados intentos, con importantes concesiones, llevados a cabo por los palestinos para cambiar estas relaciones de poder han fracasado, hasta el punto de que incluso Hamas hace grandes esfuerzos para contener a quienes quieren enfrentarse a Israel con la fuerza. En pocas palabras, Israel tiene todo el poder; los palestinos no tienen ninguno.
La falta de "mano dura" con Israel es solo, en un sentido muy amplio, una cuestión de voluntad política: el deseo de imponer la paz está allí, pero también el peligro de que Israel responda de forma catastrófica para la región y más allá. Es este peligro no mentado el que disuade de cualquier acción a las "grandes potencias" tradicionales. En última instancia, no tiene ningún sentido hablar de "soluciones", como si el mundo real se retorciera milagrosamente para resolver un rompecabezas moral. No existe ningún rompecabezas. La moral es clara. Y si alguien quiere ayudar a los palestinos, haría bien en admitir que Israel solo cederá cuando las relaciones de poder cambien. De una forma u otra, las potencias regionales supondrán una amenaza real o percibida para Israel o nada cambiará. Esto no significa que la moralidad haya sido superada; evidentemente, lo bueno y lo malo siguen siendo lo que eran. Pero las exhortaciones sin sentido, interminables y obsesivas que pasan por ser morales ya no tienen ningún efecto sobre los acontecimientos, o ningún potencial para realizar objetivos auténticamente morales.
Sin embargo, los amigos tradicionales de los palestinos no están dispuestos a afrontar estos duros hechos. Encontrándose impotentes, buscan refugio en el confortable mundo de los ideales. Aquí también han cambiado las cosas. La comprensión de que las negociaciones no llevarán a ningún puerto ha hecho que algunos comentaristas y activistas postulen un milagroso rodeo para burlar el poder y la intransigencia de Israel. Rechazan la "solución de dos estados", una mera resolución que daría a los palestinos menos de lo que merecen, pero un lugar, al menos, para vivir. La denominada "solución de un estado", que una vez fue un punto de vista marginal, está volviéndose hegemónica. Va en contra de la apuesta por un estado palestino, que, según dicen, concedería demasiado a Israel. Entre sus partidarios hay varios académicos palestinos exiliados y un gran abanico de personas de bien, todos los cuales han conseguido una gran audiencia en un clima de opinión cambiante.
Por esa misma razón, es hora de dejar de ser cortés con esta posición, pues puede ser perjudicial para el futuro de Palestina. El desacuerdo respetuoso no parece ser suficiente para remover las ilusiones de estas personas.
Resulta difícil comprender qué visión concreta de la irrealidad está detrás de esta "propuesta" o de su fiel compañera, la idea de que los líderes de la OLP, desde Arafat a Abas, debían ser "más duros". Más duros, es decir, como los profesores universitarios y otros guerreros de palabra que permanecen detrás de sus remotas y cómodas barricadas. Hay muchas formas —nueve al menos— en que la "dura" solución de un estado es flagrantemente insensata. Las presentaré como una guía de las ilusiones que oscurecen la resolución del conflicto israelo-palestino.
La primera es la confusión de los deseos con las plataformas políticas. Deseo que todo el mundo viva en armonía. Esto es un deseo. No es una demanda política, porque no va a suceder (véase más adelante). Desear intensamente más que lo que los palestinos pueden conseguir no es ser más radical que demandar solo un poco más que lo que pueden conseguir. Así mismo, no sería "más duro" o más radical estar en favor de una revolución mundial en medio de los levantamientos árabes. Eso no sería una postura radical; ni siquiera sería una postura política. Sería, simplemente, un deseo desacertado de una demanda política, un repliegue en el infantilismo.
En segundo lugar, es extraño suponer que, puesto que alguien no va a conceder la mitad de algo, probablemente lo concederá todo. Al menos, algunos israelíes apoyan la solución de dos estados; otros la rechazan. Pero nadie dice: "llevamos en el corazón el Gran Israel, no renunciaremos a una pulgada del mismo, pero lo cederemos todo si podemos abandonar el ideal del estado judío. Vemos el futuro con la perspectiva de ser devorados por el crecimiento demográfico árabe y convertirnos en una minoría en el país que hemos construido". No hay nada que compartir. En un único estado, un lado o el otro prevalecerá. En un estado democrático, los "árabes" prevalecerían y serían soberanos sobre los judíos israelíes. Hay que estar realmente ciego para suponer que los sionistas, que no compartieron el país en 1948, lo van a hacer hoy, cuando son mucho más fuertes y no menos fanáticos que lo que fueron entonces.
En tercer lugar, las demandas infantilmente exageradas no son una astuta táctica negociadora. Si gano 50.000 dólares, podría pedir 70.000, pero no 70 millones. No es inteligente pedir todo Israel cuando Israel no va a ceder ni siquiera la mitad, eso que casi todo el mundo dice que debe entregar, los territorios ocupados.
En cuarto lugar, la solución de dos estados no es una mala solución por el hecho de que no dé a los palestinos una auténtica soberanía, o porque dará lugar a unos bantustanes, una Palestina troceada en islas miserables por hileras de asentamientos. Eso no es una crítica, es un juego de palabras. La solución de dos estados consiste en dos estados soberanos, en caso contrario sería la solución de un-estado-que-no-es-un-estado. Ningún defensor de la solución de dos estados ha mostrado ninguna disposición a aceptar bantustanes. Los "colaboracionistas" de la OLP y la Autoridad Palestina han rechazado consistentemente esas propuestas [2]. Los intentos de presentar la solución de dos estados como una "solución" de bantustanes es un ejemplo especialmente indecoroso de mala fe.
En quinto lugar, una buena prueba para la solución de un estado no es Sudáfrica. En Sudáfrica, los negros y no-blancos superaban abrumadoramente en número a los blancos, la tierra y los recursos eran abundantes, y el gobierno era incapaz de controlar la violencia urbana y la emergencia de una amenaza, con apoyo cubano, en sus fronteras. Aún más importante, el régimen boer era una mera excrecencia colonial de las sumamente poderosas naciones blancas de Europa y América del Norte. Sudáfrica no fue el único territorio soberano de una raza decidida a defenderlo como su nación, única y exclusiva, contra todos aquellos que lo amenazaban. Un ejemplo más adecuado es el Líbano. En el Líbano, aunque no contemos a aquellos masacrados con la colaboración israelí en Sabra y Chatila, o a aquellos matados por las bombas israelíes, han muerto muchos más palestinos que en los territorios ocupados por Israel. Esto debería ser un antídoto para la nociva teoría según la cual, si dos pueblos están encerrados en un conflicto mortífero, es una gran idea meterlos en un único estado.
En sexto lugar, el derecho al retorno no es, como afirman los partidarios de un único estado, excluido en la solución de dos estados: tiene que ver con Israel en sus fronteras anteriores a 1967. El hecho de que exista un estado palestino en los territorios ocupados no implica, en ningún caso, que los palestinos desposeídos —los palestinos individuales— pierdan sus derechos. Pensar lo contrario es caer en la trampa israelí que consiste en referirse a los palestinos, siempre que resulte conveniente, como una entidad colectiva. Los palestinos, como colectivo, pueden tener un estado, algún tipo de representación política. Pero adquirir una representación política colectiva en un estado no tiene nada que ver con defender los derechos individuales de propiedad en otro estado.
En séptimo lugar, existe una confusión sobre la relación de los derechos con las "soluciones" políticas. Ni los palestinos como pueblo ni nadie tiene un derecho legal a Palestina, porque el derecho internacional —careciendo de un órgano soberano para imponerlo— no es más que una bonita ficción. En mi opinión, "los palestinos", como pueblo, tienen un derecho moral a toda Palestina y a expulsar a todos los judíos que están allí por mor del proyecto sionista. Ningún acuerdo que simplemente declare un estado en los territorios ocupados puede cambiar este derecho moral, porque tener ese estado no equivale a una compensación por las pérdidas que han sufrido los palestinos. Quizá algunos miles de millones de dólares resolvieran esa cuestión, pero no la mera creación de un estado. Por lo tanto, la solución de dos estados no puede ser vista como un sustituto de la moralidad o la justicia. Resuelve un conflicto. No resuelve un problema moral.
En octavo lugar, una solución de dos estados no significa que se abandonen todos los derechos palestinos, pues aunque se constituya un estado palestino, aquellos que lo formen no pueden atribuirse la representación de los palestinos. La razón es sencilla: solo tienes un gobierno representativo después de tener un estado, no antes. Por consiguiente, siempre habrá razones para repudiar cualquier arreglo que los fundadores del estado hayan firmado. Inevitablemente, habrá intentos para refutar este razonamiento, pero no importa. O bien los palestinos consiguen, en la práctica, el poder real para determinar sus propios compromisos, o no lo consiguen. Lo que la gente diga sobre esos compromisos no inclinará la balanza de un lado u otro.
En noveno lugar, la solución de dos estados perpetúa, en efecto, el estado sionista, en el sentido de que no logra destruir Israel. Mi hipoteca y mi alquiler de coche también tienen este fallo. Solo los tontos pueden suponer que la solución de dos estados es "sionista". Podríamos decir, también, que los refugiados palestinos de 1948, que abandonaron Israel a los sionistas, estaban perpetuando el sionismo, estaban colaborando con él. Sí, no tuvieron elección. Tampoco la tienen hoy los palestinos, cuando Israel es inmensamente más fuerte que en 1948. Esa es la razón por la que la solución de dos estados no implementa el derecho al retorno, impone los derechos de los palestinos israelíes, acaba con la pobreza en el mundo y muchas otras cosas. Suponer otra cosa es confundir el radicalismo, no con buenos deseos, sino con una torpeza estudiada, disfrazada de crítica mordaz y pericia táctica.
¿Cómo pueden amontonarse en una "solución" tantos errores conceptuales y ofuscaciones? Los culpables parecen ser dos grandes falsas ilusiones.
La primera, frecuentemente repetida, es que la solución de dos estados es ahora impracticable porque los colonos están "profundamente arraigados". Supongamos que esto no es una maniobra de mala fe para permitir que los colonos se aferren a su ilegal existencia colonial. ¿Qué explica, entonces, tamaña ceguera? En 1948, más de 700.000 palestinos abandonaron las casas que sus familias habían ocupado, en algunos casos durante siglos. ¿Por qué es imposible que hoy 500.000 colonos judíos se muevan en la dirección contraria? En medio de tanta estupidez, nada es más estúpido que afirmar que solo la solución de un estado es posible debido a que los asentamientos están "profundamente arraigados". Quizás lo estén, pero no tienen que irse a ninguna parte. Son los colonos, no los asentamientos, los que tienen que irse. Pensemos en el largo viaje que tendrían que hacer, oh, hasta Israel: entre 15 minutos y un par de horas. ¿Les afectará mentalmente tener que irse? Lo mismo se dijo de los colonos de Gaza, pero parece que se han recuperado perfectamente. ¿Es inquebrantable el compromiso de Israel con los asentamientos? Si es así, ¿por qué fueron expulsados los colonos de Gaza y abandonados sus asentamientos?
En Argelia, los colonos franceses se habían establecido el doble de tiempo que sus colegas de los territorios ocupados. Su gobierno les apoyaba firmemente. Como dijo un historiador, "[el primer ministro] Mendès France estaba decidido a 'mantener la unidad y la indivisibilidad de la República, de la cual formaba parte Argelia', y en enero de 1955 nombró al exlíder de la Resistencia, Jacques Soustelle, gobernador general de Argelia. Propugnando una política de 'integración', Soustelle argumentó que 'es precisamente porque hemos perdido Indochina, Túnez y Marruecos que no debemos perder Argelia a ningún precio, de ninguna forma y bajo ningún pretexto'" [3]. Por lo que se refiere a los colonos, he añadido un apéndice, por si alguien está interesado, con algunos testimonios estremecedores sobre lo profundamente arraigados que estaban. Los colonizadores y los colonos siempre juran que la tierra colonizada es "parte de ellos", que nunca se irán, que preferirían dar sus vidas. Al igual que los colonos de Gaza, se fueron o se sometieron al nuevo régimen. Lo mismo ha sucedido en toda la África británica, con los boers en Sudáfrica y los holandeses en Indonesia. La única diferencia es que estos colonos no podían esperar ser premiados con el dinero y la simpatía que los colonos israelíes disfrutan.
La segunda falsa ilusión que subyace a la solución de un estado tiene que ver con el fetichismo de la no-violencia. No es valeroso ni intransigente suponer que, de alguna forma, una postura palestina firme puede hacer surgir de la nada todo lo que desee: un estado soberano, plenos derechos de los palestinos en todas partes, judíos y "árabes" viviendo codo con codo en feliz armonía. Todos los hechos de Israel refutan absolutamente este artículo de fe. ¿Qué hay detrás de todo este idealismo? En mi opinión, la solución de un estado pertenece a aquellas almas sobreprotegidas que, simplemente, no pueden afrontar la idea de que todo se reduce a fuerza física. De alguna forma, si se pronuncian las palabras correctas, si se toman las decisiones correctas, si florece la piadosa no-violencia, todo saldrá bien, todo puede ser superado. He argumentado en otra parte [4] que no existen bases históricas para este dogma.
Quizás esto esté detrás de toda la charla sobre la "muerte" de la solución de dos estados. Lo que está muerto son las negociaciones para dos estados. Murieron hace tiempo. Pero solo alguien cuyo mundo se compone de declaraciones y "apoyo" verbal vacío y posiciones y autoridad moral puede pensar que una solución puede surgir de las negociaciones. No, una solución emergerá cuando Israel haya tenido bastante y se retire, como hizo en el Líbano, como hizo, aunque no completamente, en Gaza. Las negociaciones no son necesarias. La solución de dos estados surgirá plenamente cuando Israel deje de tener presencia militar en los territorios ocupados, y en esos territorios germine un auténtico estado soberano. Esto puede formalizarse, quizás, por medio de unas negociaciones, después de que se proclame ese estado, pero nunca podrá lograrse por medio de la negociación. Solo puede alcanzarse haciendo que el coste, actual o anticipado, de la ocupación sea, de una forma u otra, demasiado elevado.
Los palestinos nunca podrán prevalecer militarmente sobre Israel, pero han tenido bastante éxito en los crecientes costes que para Israel representa la ocupación. Israel ya considera demasiado costoso mantener fuerzas permanentes en los territorios ocupados. Aunque Israel solo entiende el lenguaje de la fuerza, la fuerza puede hablar sin violencia. Quizás los enemigos de Israel alcancen una mayor unidad y más poder: por ejemplo, Turquía y Egipto podrían cooperar no solo económicamente, sino en la ampliación de sus capacidades militares. O quizás Hezbolá resulte ser una amenaza tan persistente que Israel decida, finalmente, que prefiere la paz. En estas esperanzas se basa la vida de la solución de dos estados; en realidad, de cualquier solución. Los buenos deseos de la solución de un estado no juegan ningún papel en ninguna realidad futura.
En la actualidad, quienes desean ayudar a los palestinos deben dejar de pelear una guerra de propaganda que ya han ganado. Deben darse cuenta de que los principales objetivos de sus exhortaciones, los estados occidentales, nunca se atreverán a presionar seriamente a Israel hasta que la región sufra una transformación. La esperanza descansa en la emergencia de fuertes potencias regionales: en Turquía y en cualquier país en el que triunfe la primavera árabe. El énfasis debe ponerse en conseguir, al menos, un equilibrio de fuerzas. Esto significa centrarse en el poder militar de Israel y, especialmente, en su poder nuclear, y en propagar la idea de que, dado este poder, los países árabes no solo tienen derecho a desarrollar armas nucleares, sino la responsabilidad de hacerlo para proteger a sus pueblos. Después de todo, es Israel el que se jacta de su voluntad de ejercer la opción Sampson, que sumiría a toda la región en un holocausto nuclear. Ese discurso y esas amenazas solo serán contenidos cuando los israelíes aprendan a temer a los países a los que tanto desprecia.
¿Qué podría, entonces, hacer avanzar la causa de la independencia palestina? El mejor curso de acción es argumentar que los países de Oriente Medio no tienen nada que esperar de Israel hasta que representen una pequeña y moderada, pero auténtica, amenaza para su existencia. Estos países deben sentirse libres de sustituir los acuerdos de no proliferación nuclear mientras Israel mantenga su propio arsenal nuclear. Esto no debería ser considerado un paso radical. Solo supondría afirmar las estrategias de disuasión que todos los países nucleares han abrazado sin miramientos. No es un camino de guerra, sino de paz. Solo cuando Israel vea que realmente no puede persistir en desafiar al mundo, terminará la agonía de los palestinos.
APÉNDICE
He aquí unos pocos de los muchos testimonios sobre la profundidad del "compromiso" de los pieds-noirs con Argelia.
http://les-oies-sauvages.blogs.nouvelobs.com/guerre-d-algerie/
Los pieds-noirs estaban tan identificados con la tierra de Argelia que no podían concebir vivir en otro lugar que no fuera su tierra natal. En este sentido, su alma era también argelina. Creo que para la mayoría de ellos, nunca ha dejado de serlo. Una parte de vuestra alma ha permanecido en Argelia ... Y el tiempo no ha borrado su relación con este país. Reconocerlo es también decir cuánto ama Argelia, cuánto la echará de menos después de aquel verano del 62.
Yo he nacido en Orán (Argelia) donde:
¡La vida era hermosa!
¡Donde el sol brillaba siempre!
¡Donde se vivía bien normalmente!
¡Donde siempre nos sentíamos de vacaciones!
¡Donde teníamos hermosas playas!
¡Donde éramos felices!
¡Donde teníamos amigos!
¡Donde nacieron nuestros padres, en fin, toda una generación!
¡Qué buenos recuerdos de la infancia, los matrimonios, los nacimientos!
En fin, el país del que nunca creí que me iría.
http://www.gremline.net/ChezGremline/desmotspourledire/119_TerreLointaineOran/119_TerreLointaine.html
Irnos era impensable. ¿No nos habían prometido que Argelia sería siempre francesa?
http://www.bgayet.net/forum/350-piedsnoirs-attendus-ce-weekend-a-bejaia-t441.15.html
Si los colonos han construido, y han construido bien, era para ellos y sus hijos, él pensó que nunca dejaría nuestro país.
1962: EL DÍA MÁS TRISTE de mi vida. Dejar Argelia, mi país, donde vi la luz por primera vez, país amado en todos los corazones de los Pieds Noirs...
Notas:
1. Entre los muchos artículos sobre la capacidad armamentística de los indígenas de Israel, destaca este porque detalla las ventas de armas de Israel a Estados Unidos. Yitzhak Benhorin, "US to purchase $700m worth of arms from Israel".
2. Los Acuerdos de Oslo de 1993 no fueron una solución, sino una mera "Declaración de Principios sobre los acuerdos de un autogobierno interino". El de los asentamientos fue uno de los temas deliberadamente aparcados.
3. Robert Gildea, France since 1945, Oxford, Oxford University Press, p. 25.
4. Véase "Nonviolence: its Histories and Myths", Counterpunch, 8-10, Febrero 2003.
Michael Neumann es profesor de Filosofía en la Universidad de Trent, en Ontario, Canadá. Su libro What's Left: Radical Politics and the Radical Psyche ha sido publicado por Broadview Press. Contribuyó con el ensayo "What is Anti-Semitism" al libro de Counterpunch The Politics of Anti-Semitism. Su último libro es The Case Against Israel. Su dirección de correo-e es: mneumann@trentu.ca.
Traducción: Javier Villate
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