El pensamiento único ha vuelto

Tras el hundimiento de Lehman Brothers en septiembre de 2008, muy pocos estaban dispuestos a defender el pensamiento económico neoliberal que había campado a sus anchas en los últimos años en todo el mundo. La crisis que se desencadenó parecía tener mucho que ver con ese pensamiento, impuesto dogmáticamente de norte a sur y de este a oeste (con algunas excepciones como China y otros). La izquierda se congratulaba y se animaba con sus viejas críticas, pero no acababa de articular un pensamiento alternativo. Y, de repente, al pasar los años, y curiosamente cuando en el corazón económico del mundo, Estados Unidos, se orienta hacia una política de estímulo de la demanda, cuando la crisis implosiona en Europa, los poderes económicos del viejo continente resucitan aquel pensamiento único.


Varios expertos han sostenido, acertadamente en mi opinión, que la crisis europea actual es una pugna entre los estados y los "mercados", en la que estos están intentando recuperar su hegemonía, debilitada o perdida, según los casos, tras la quiebra de Lehman Brothers. Ahora bien, esos estados y esos mercados tienen que ser objetos concretos, no entidades abstractas. Y entonces nos encontramos con que los estados son, en casi toda Europa, gobiernos conservadores y los mercados son los bancos alemanes. Esto lo explica especialmente bien el economista Vicenç Navarro en dos artículos escritos con su habitual consistencia y claridad: No son los mercados, sino los bancos los que dominan la UE y La sabiduría convencional europea. Así, se da una convergencia, siempre relativa, nunca absoluta, entre los gobiernos conservadores y los intereses de la banca alemana y las europeas. Lo que es más sorprendente, o tal vez no tanto, es que un gobiernos socialdemócrata como el de Zapatero también se someta a los dictados de la banca alemana. (Otro artículo muy interesante de Vicenç Navarro explica en qué consiste la crisis y en qué no: Lo que no se dice de la crisis.

Así es como la disminución del déficit presupuestario se ha convertido en el objetivo número uno de todos los gobiernos europeos, que de esta forma parecen querer reducir sus respectivos estados de bienestar. Ha vuelto el dogma neoliberal. Y ha vuelto con todas sus armas. Reducir el déficit significa reducir servicios públicos, inversión pública, programas públicos. Pero los dogmas deben ser contestados. Hay otras formas de reducir el déficit público, sin reducir el estado de bienestar. Se puede reducir, por ejemplo, el gasto militar; así lo ha hecho, por ejemplo, el gobierno alemán. En España, frente a los 15.000 millones de euros que se pretende ahorrar con los recortes sociales del gobierno de Zapatero, el gasto militar presupuestado para 2010 es de 18.000 millones, según un informe del Centre d'Estudis per la Pau J.M. Delàs de Justicia i Pau, lo cual representa una disminución real del 2,4 por ciento con respecto al 2009. ¿Por qué prefiere Zapatero reducir las pensiones y los sueldos de los funcionarios en lugar de reducir el gasto militar? Así se lo han pedido los parlamentarios de Izquierda Unida y Esquerra Republicana de Catalunya, que creen posible una reducción de al menos el 30 por ciento del presupuesto militar.

En Holanda se está debatiendo la legalización de las drogas para reducir el déficit público. Quienes proponen esta medida no son izquierdosos descerebrados, sino Frits Bolkenstein (ex miembro de la Comisión Europea y antiguo líder del partido conservador), Els Borst-Eilers (ex ministra de Salud Pública), Theo de Roos (catedrático de derecho penal de la Universidad de Tilburgo) y una serie de catedráticos, juristas y expertos en materia de drogas. Para ellos, la legalización de las drogas supondría una mejora de la seguridad ciudadana al desaparecer el tráfico ilegal y el crimen conexo, un recorte sustancial de los gastos del estado, un aumento considerable de los ingresos fiscales y beneficios para la salud pública. Según los firmantes de un artículo publicado en la prensa holandesa, la prohibición de las drogas como la cocaína, el éxtasis y la heroína, le cuesta 924 euros al año a cada ciudadano holandés. O sea, con esta medida, Holanda se ahorraría 30.000 millones de euros. ¿Habrá en España algún político inteligente que se atreva a tener un pensamiento propio y a proponer alguna iniciativa por su cuenta? No sé, no sé.

Estas son algunas formas de reducir los gastos públicos sin afectar a los servicios de bienestar, sino más bien sirviendo a las necesidades más básicas de la gente. Sin duda, hay más. Pero solo me interesa hacer ver que las medidas de recortes de Zapatero NO son ineluctables, no son algo fatalista, algo inevitable, una "necesidad" de la economía. Son fruto de una forma de ver la economía, la neoliberal. Pero hay otras.

Como también hay formas de reducir el déficit público incrementando los ingresos, algo sobre lo que Zapatero ha estado jugando al escondite y a la "oportunidad": ahora no tocaría hablar de eso, según él. El desbarajuste en las filas del PSOE ha sido enorme; las contradicciones, abundantes, y el malestar, evidente. Porque era evidente que las medidas anunciadas iban todas a debilitar a los trabajadores y sectores menos protegidos. Y la perplejidad ante el viraje radical de Zapatero dejó a todos con la boca abierta. La retórica anterior sobre la protección de los trabajadores dejó paso a la cruda política de ajuste y recortes.

No son pocos los expertos que dicen que aumentar la presión fiscal sobre los más ricos no ayudará mucho. Tal vez, pero eso estaría bien por, al menos, dos razones: una, nos equipararía a los países europeos más avanzados, que tienen una mayor presión fiscal sobre las rentas más altas; y dos, aumentaría la equidad de las medidas. ¡Los capitales huirán!, dirán esos expertos. Pero eso es muy dudoso. En el País Vasco, esa presión fiscal es mayor, algunos capitales han cambiado de aires, pero no se ha producido ningún desastre. Y tampoco se ha producido en los países europeos que deberíamos tomar como referencia. ¿Y qué tal luchar más seria y eficazmente contra el fraude fiscal? Los inspectores de Hacienda han dicho que podrían recuperar 100.000 millones de euros en cuatro años... si les dan los medios para hacerlo.

Los inspectores de Hacienda han realizado unas propuestas extremadamente interesantes: así, la reducción de la economía sumergida española a la media europea podría aportar unos 38.000 millones (anualmente se evaden 88.000 millones en impuestos y cuotas de la Seguridad Social defraudadas); un aumento de cinco puntos en el tipo impositivo de 295 entidades bancarias podría aportar 1.285 millones; si se recuperara el impuesto de patrimonio de las grandes fortunas, el estado podría ingresar 1.240 millones de euros. Y proponen algunas más. Otros hablan de impuestos sobre las transacciones bancarias, la eliminación de la casilla de la asignación tributaria a la Iglesia Católica de la declaración del IRPF (medida razonable, exigible en un estado aconfesional y neutral, que recuperaría para el estado 250 millones de euros), eliminar la financiación oculta a la Iglesia Católica que suponen los sueldos de los profesores que enseñan "religión" (católica, claro) en los centros públicos (otros 650 millones al año), el recorte farmacéutico (ahorro estimado en 785 millones), etc.

¿Existe, pues, una política diferente para hacer frente al déficit público? Rotundamente sí. Cuando los ministros y analistas, expertos y propagandistas, dicen que estas medidas son "inevitables" faltan a la verdad. En política no hay nada inevitable. Siempre existen alternativas y es un déficit democrático gigantesco no promover una deliberación pública y abierta entre diferentes propuestas.

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