Paisaje después de Alepo

Homenaje a Anás al Basha, el payaso de Alepo, muerto en un bombardeo de las fuerzas rusas y sirias en el este de la ciudad. PEDRIPOL

Ignacio Álvarez-Ossorio

Tras varios meses de asedio, la zona rebelde de Alepo ha caído en manos del régimen sirio. Se trata, sin duda, de un punto de inflexión en una guerra que ha devastado buena parte del país y fracturado por completo a la sociedad siria, pero no, como algunos se han apresurado a pronosticar, su punto final, ya que los grupos rebeldes siguen controlando toda la provincia de Idlib y significativas porciones de Hama, Deraa o la Guta. Al mismo tiempo, el autoproclamado Estado Islámico en Irak y Siria (ISIS), que es una fuerza exógena y no propiamente siria, mantiene su presencia en la cuenca del Éufrates y, en los últimos días, ha conseguido recuperar Palmira.

La derrota rebelde en Alepo no hubiera sido posible sin la decisiva participación de diferentes milicias chiíes libanesas e iraquíes que combaten junto a las tropas del régimen y bajo la batuta iraní. El hecho de que estas fuerzas chiíes extranjeras estén expulsando a la población local sunní de sus hogares es una muestra más del crecimiento de la brecha sectaria en la región que, tarde o temprano, tendrá devastadoras repercusiones en otros escenarios. Todo ello evidencia que la guerra siria hace mucho tiempo que dejó de ser civil y se ha convertido en un enfrentamiento a escala regional. Como es bien sabido, a lo largo de la guerra los grupos rebeldes también han recibido ayuda de Arabia Saudí, Catar, Turquía y Estados Unidos, aunque dichos países (al menos en los dos primeros casos) han evitado desplegar efectivos sobre el terreno para no quedar atrapados en el avispero sirio.

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