El socialismo francés, ante el abismo de la pasokización

Manuel Valls y François Hollande.  LUIS GRAÑENA

“He decidido que no seré candidato a la elección presidencial”. Con estas palabras, el presidente François Hollande anunció el 1 de diciembre un hecho inédito en la historia contemporánea francesa: su decisión de no intentar la reelección en las presidenciales, que se celebrarán en  la primavera 2017. Con unas cotas de popularidad inferiores al 5%, el dirigente socialista asumió de esta forma el fracaso de su presidencia. La parálisis de la economía, la incapacidad del gobierno para reducir el desempleo por debajo del 9% y la obsesión securitaria ante la ola de atentados que ha sacudido el país representan los principales puntos negros de una legislatura crepuscular, marcada por el gran retroceso electoral que ha sufrido el Partido Socialista (PS).

Tras la llegada de Hollande al Elíseo en 2012, el socialismo francés ha encadenado una derrota tras otra en las elecciones municipales, europeas y regionales. Y la historia amenaza con volver a repetirse en las presidenciales. El PS elegirá a su candidato en unas primarias abiertas que se celebrarán entre el 22 y el 29 de enero. Los favoritos son el ex primer ministro Manuel Valls y los representantes del ala izquierda del partido Arnaud Montebourg y Benoît Hamon. Según los sondeos, no solamente ninguno de ellos alcanzará la segunda vuelta de las presidenciales —en la que se confrontarán el candidato de la derecha republicana François Fillon y la líder ultranacionalista Marine Le Pen—, sino que el vencedor de las primarias socialistas podría quedar por detrás del candidato neoliberal y exministro de Economía Emmanuel Macron y del veterano líder de la izquierda radical Jean-Luc Mélenchon.

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